Viviendo
en pleno adviento, como Iglesia celebramos en esta fecha a la Virgen María como
Inmaculada. Como concebida sin pecado. Honramos a la que desde siempre fue
cuidada y guardada por Dios.
María,
corredentora con su hijo Jesús, es Madre de todos los vivientes. Y decir Madre
de todos no es poca cosa. Es Madre de Dios y Madre nuestra. Misterioso designio
de este, Nuestro Padre, que sigue escribiendo la Historia de nuestra
salvación todos los días de nuestra vida.
“Bendita
eres entre todas la mujeres y bendito el fruto de tu vientre”, rezamos en
nuestra oración. Dios necesitaba una mujer sin mancha ni pecado, para que lleve
en su seno al más santo entre los santos, su Hijo Jesucristo.
Bienaventurados
los santos Joaquin y Ana, padres de María en la vida terrenal; bienaventurados
nosotros por tener tan gran intercesora ante Dios; bienaventurada la Iglesia que tiene a quien
recurrir ante las dificultades y problemas; bienaventurados nosotros, los
misioneros, ya que la
Inmaculada también es la Reina de las misiones.
Adoremos
a Dios que nos ha creado y a la
Virgen venerémosla como Señora, Madre y amiga.
Pbro. Dante De Sanzzi
@ompargentina
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