El encuentro del misionero con Jesús es asombroso,
transformador, personal. Es encuentro profundo, es escuchar su pedido.
El Señor nos envía con la fuerza del Espíritu, a
comunicar esa experiencia de haber vivido con Él, a los demás. Es hacer público
lo que es privado.
Es vivir la experiencia pero para poder contarla; es
arrojar la semilla pero no en tierra árida, sino en tierra fértil.
Este es el comienzo de la Nueva Evangelización. Esta
es la tarea de los primeros discípulos misioneros de Jesús, es llevar una buena
noticia a los que están carentes de fe.
Más que una imagen o gesto, analicemos las primeras
palabras misioneras del Señor, que se dirijen a Zaqueo: “baja del árbol, hoy
llega la salvación a tu casa”. Un hombre obsesionado por conocer al Maestro,
pero que dudamos haya tenido fe en el Hijo de Dios. A partir del llamado e
invitación a estar juntos “en casa”, es donde comienza la evangelización, llega
el mensaje, es el momento supremo del compartir, del mostrar, del hablar, de
comunicar.
Entonces, desde nuestro encuentro personal con el
Padre, surge esa necesidad de ir en busca de los otros Zaqueos que colman la
sociedad en que vivimos: personas ávidas, necesitadas de conocer, de ver, de
sentir, de palpar, de vibrar y encontrar sentido a su existencia.
Por eso, en este tiempo que nos toca transitar, es
el tiempo de la misión. Siempre lo fue. Pero ahora más que nunca resuena con
fuerza el pedido del mundo de ver y creer. Es nuestro desafío misionero.
Construyamos caminos, puentes, echemos en tierra la
semilla de la verdad y la alegría de estar vivos. Mostremos al mundo lo que
hemos visto y oido. A Jesús nuestro Señor, creador y dador de vida. Llevemos la
salvación a las casas. Hay más alegría en dar que en recibir. Hagamos el
intento que la Esperanza no defrauda.
Padre Dante De Sanzzi
Director Nacional OMP
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