Escuchamos
la frase que “lo cortés no quita lo valiente”, algo muy cierto. Agregamos
también que el ser manso no es lo mismo que ser débil.
Aquí
tenemos dos elementos que no pueden faltar en nuestra vida de misión con los
hermanos: la cortesía y la mansedumbre.
En más de
una ocasión escuchamos testimonios misioneros de algunos evangelizadores que
vivian procupados por no poder satisfacer, mínimamente, las necesidades
materiales de los pobres, los indigentes y los necesitados con que se cruzaron
en alguna misión. Pero no podemos perder de vista algo esencial: si bien es
cierto que no podemos hablar de Dios y leer textos bíblicos a lo loco si el
hermano tiene el estómago vacío, es en más de una ocasión preferir la sonrisa a
la comida y el cariño a la limosna. Porque encontramos que en algunas
oportunidades, el que dá lo hace bajando la vista, con desprecio, sin amor; y
estas son posturas patéticas ante los ojos de Dios.
En las
misiones encontramos pocos polos de atracción. Por ejemplo es difícil encontrar
adinerados, gente de fama, con grandes vestimentas e inteligentes poderosos.
Pero cuando no se posee ninguno de estos “atributos”: ¿quién se fija en esas
personas? . Solo el corazón que fue visitado por Dios puede hacerlo.
Si el
corazón no es purificado, el hombre se busca a sí mismo en los demás. Y esto
ocurrió a lo largo de los siglos en muchos misioneros.
El caso más
patente es el de los políticos que siempre proclaman estar interesados por los
pobres. Pero, generalmente, los pobres son el centro de su interés; se sirven
de ellos para promoverse a sí mismos, crearse una figura en la sociedad y
crecer económica y socialmente. Los pobres quedan siempre a la intemperie,
esperando alguna reacción amorosa que los haga sentir hijos de Dios.
Ahí entra
en juego nuestro papel. En esta sociedad proclive a salvarse cada uno a
cualquier precio y a “mirar su propio ombligo”, pedir al Señor Jesús sus
propios atributos, su mirada, su misericordia y bondad. Y principalmente
recuperar lo que lamentablemente se va perdiendo: la cortesía y la mansedumbre.
Así sea.
P. Dante De Sanzzi
OMP Argentina
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