Paulina Jaricot, nació en 1799 en Lyon (Francia). El 3 de mayo de 1822 funda en su ciudad, la Pontificia Obra para la Propagación de la Fe, con el objetivo de apoyar a las misiones de todo el mundo mediante la oración y el aporte económico. Nace como "Asociación" en 1819 y más tarde llega a ser "Obra Pontificia" por sus grandes méritos en su ayuda en favor del trabajo de evangelización de la Iglesia en todo el mundo.
El Papa Juan Pablo II, dijo en el bicentenario de su nacimiento “Esta conmemoración es una ocasión muy oportuna para recordar la actualidad del mensaje y de la acción de Paulina. Muy pronto, con intuiciones simples y prácticas, puso en marcha una obra que no ha dejado de crecer en todo el mundo. La compasión que sentía por los pobres y por la miseria de los que no conocían a Dios impulsó a Paulina a organizar una colecta para la actividad misionera de la Iglesia, pidiendo a cada uno un sacrificio que contribuyera a unirnos a Dios (cf. san Agustín, La ciudad de Dios 10, 6) y que es, como decía san Ireneo, el signo auténtico de «la comunión con el prójimo» (Contra los herejes IV, 18, 3), así como de la participación y la solidaridad entre los hermanos”.
“Además se dedicó a evangelizar a los miles de obreros de su región, percibiendo bien las dificultades de su condición. Trató de poner por obra un proyecto social fundado en los valores cristianos, para instaurar la justicia en el mundo del trabajo. Su tentativa fracasó entonces, pero preparó de modo misterioso el camino para una renovación en el compromiso social de la Iglesia, que se desarrollaría en la encíclica Rerum novarum de León XIII. Con «la obra de los obreros», experimentó la humillación durante los últimos años de su vida. La vocación seglar de Paulina la llevó también a asumir otros compromisos apostólicos y a preocuparse igualmente por los «hermanos separado”.
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