Asamblea General de las OMP: El carisma fundacional de sus cuatro Obras Pontificias

Los directores nacionales de las Obras Misionales Pontificias han dedicado los dos primeros días de su Asamblea general a recordar el carisma fundacional de las cuatro Obras. El paso del tiempo hace que muchas veces el origen de cada una de ellas se vaya difuminando, incluso desvirtuando. Fue uno de los acuerdos de la Asamblea del año pasado.

Han sido los secretarios generales quienes han asumido la responsabilidad de mostrar los aspectos fundamentales de los fundadores y el carisma específico de las Obras. El trabajo de reflexión por grupos lingüísticos se ha centrado en la actualidad de este mismo carisma.

El padre Timoteo Lehane inició la presentación de la Obra de Propagación de la Fe mostrando la figura de Paulina Jaricot. El contexto histórico, social y familiar de esta laica fue el marco para descubrir cómo prendió en ella la preocupación por la misión, consciente de que "una cerilla enciende el fuego". Destacó con subrayado énfasis que esta mujer era una laica que nunca sintió la vocación a la vida consagrada. Fenómeno importante en el siglo XIX donde parece que quienes deseaban seguir a Jesucristo necesariamente tenían que emprender el camino de la consagración religiosa. Mons. Jan Dumon, Secretario de la Obra Pontificia San Pedro Apóstol, presentó la iniciativa de Juana Bigard en un ambiente familiar y social de ateísmo militante. Sin embargo, ella descubre que la fe solo puede enraizarse en las comunidades cristianas si es promovida por el ministerio sacerdotal que nace y se consolida dentro de la misma comunidad. El futuro de fe de una comunidad cristiana depende de las vocaciones que surgen en su seno. El director nacional de Nigeria presentó a la Asamblea el carisma fundacional de Infancia Misionera que nació en el corazón de un obispo, Mons. Forbin Janson, a quien el Espíritu le hace ver que son los niños quienes pueden ayudar a los niños. Así se fue consolidando una corriente de solidaridad entre los niños hasta ser considerada como Obra Pontificia, al igual que las demás, el año 1922. Más tarde, aparece el padre Manna con una fuerza espiritual profética al advertir que las tres Obras Pontificias estaban perdiendo su carisma fundacional, por dedicarse fundamentalmente a la cooperación económica. Así se entronca esta Obra como una bocanada de oxígeno en el interior de aquellas dándoles la vitalidad espiritual y la dimensión profética.

Los directores nacionales han reflexionado sobre estas claves llegando a conclusiones que serán asumidas en esta Asamblea como compromisos de futuro. No se puede perder de vista la necesaria referencia a los orígenes de las Obras para no vernos privados de lo que el Espíritu suscitó en el tiempo. Esta mirada al pasado será la fuerza del futuro que mueva la paulatina inserción de estos carismas en el interior de la Iglesia. Ha llegado el momento de no desfigurar este carisma presentándolo sólo como un instrumento de cooperación económica. Nada más lejos de la realidad y más destructor. Desde la contemplación de la vida de sus fundadores y de la experiencia de los diversos ámbitos se puede incentivar e implicar a las comunidades para asumir el compromiso misionero en cualquiera de sus facetas.

OMPRESS

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