25 de mayo
¡Feliz día de la patria a todos los argentinos!
El 25 de mayo de 1810, el Cabildo abierto de Buenos Aires expresó el primer grito de libertad para nuestra patria. El 9 de julio de 1816, los representantes de las Provincias Unidas en Sud América se reunieron en la ciudad de San Miguel de Tucumán y declararon la independencia nacional. Estamos agradecidos por nuestro país y por las personas que lo forjaron, y recordamos la presencia de la Iglesia en aquellos momentos fundacionales.
Me gusta reflexionar en la celebración del Bicentenario de nuestra patria, como don de Dios y un desafío para cada argentino; hombres y mujeres concretos con un pasado, un presente y un futuro. Don de Dios que tiene en su interior la fuerza y la capacidad de algunos valores que cada uno de los argentinos deseamos “cuidar y perfeccionar” con alma y vida: el bien común, el diálogo, la justicia, el respeto por la dignidad del otro que es nada menos que mi hermano.
Don que tiene su origen en Dios, a quien le debemos la vida y todas las riquezas que tenemos como país. A él le rezamos para no perder estos valores, en medio de tantas incertidumbres en las que nos vemos inmersos: el desempleo, la pobreza extrema, un porvenir inseguro y tantas otras cosas que cada uno puede agregar desde su propia realidad.
Desde la conciencia de este don es que nos animamos, con una mirada llena de esperanza, a apostar a un diálogo que haga posible el camino de la reconciliación que tanto nos hace falta como país, recobrando una confianza mutua que no excluya la verdad y la justicia. ¡Ojala tengamos “hambre y sed” de comunión y fraternidad!
Y pienso en “el desafío del poder” que no es un problema sino un desafío. El poder visto desde el Evangelio, centrado en Jesús, un poder que es servicio, que tiene la delicada misión de velar por el más débil y pobre, con una profunda sensibilidad hacia el dolor y la soledad en la que viven tantos niños, familias y personas mayores. El Documento de Aparecida nos describe una realidad de la que nuestro país no está exento “Una globalización sin solidaridad afecta negativamente a los sectores más pobres. Ya no se trata simplemente del fenómeno de la explotación y opresión, sino de algo nuevo: la exclusión social. Con ella queda afectada en su misma raíz la pertenencia a la sociedad en la que se vive, pues ya no se está abajo, en la periferia o sin poder, sino que se está afuera. Los excluidos no son solamente “explotados” sino “sobrantes” y “desechables” Tenemos el compromiso de ser servidores como Jesús, atentos a vivir la voluntad de Dios en la vida cotidiana y desde la propia profesión o cargos que ocupamos en la sociedad, servidores de cada persona humana.
Hay dos verdades que no podemos olvidar, la primera que venimos de Dios y a Dios vamos y la segunda que nuestra patria Argentina es don de Dios. Olvidarlo significaría quedar “desconectados” de nuestro origen, ese que nos da la posibilidad de valorar y fortalecer nuestra identidad como argentinos, cultivando la vida de familia, la dignidad, la solidaridad, la sencillez y la fe en Dios. ¡Sí; una vez más la fe en Dios, antes, durante y después de la celebración del Bicentenario!
Pidamos en comunión con nuestros Obispos y con todo el Pueblo de Dios, que entre todos podamos hacer de esta bendita tierra una gran Nación justa y solidaria, abierta al Continente e integrada en el mundo. Nos acogemos a María Santísima, nuestra querida Madre de Luján, para que interceda por nosotros ante su Hijo Jesús, él que es el Camino, la Verdad y la Vida.
P. Osvaldo P. Leone
Director Nacional
Obras Misionales Pontificias
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