Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - La carta que el Card. Ivan Dias, Prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, dirigió a los obispos y a los sacerdotes de China Continental, manifiesta el afecto hacia esa Iglesia que puede gloriarse de un testimonio heroico en medio de muchas tribulaciones y sufrimientos en los últimos cincuenta años.
Tres son los motivos que vale la pena evidenciar en esta pequeña joya:
El primero es “una palabra de aliento en el fatigoso compromiso pastoral” que llevan adelante los ministros. Es un reconocimiento de los desafíos sociales, materiales y espirituales que los ministros ordenados tienen que afrontar en el desarrollo de su misión pastoral. Se señala como un modelo a San Juan María Vianney, que supo identificarse e imitar a Cristo, Supremo Pastor de nuestras almas, en la falta de estructuras, en medio de las dificultades de su tiempo y en la pobreza de su persona. El sacerdote, recuerda el Cardenal, debe ser un hombre de Dios y un Hombre para los otros. Las dos dimensiones están íntimamente relacionadas y son indispensables.
El segundo motivo no es tanto la recuperación sino más bien la consolidación de la unidad de la Iglesia en China. El Cardenal en su carta recuerda a cuantos han trabajado en estos años con delicadeza y pasión por esta causa que está ya mostrando sus frutos. Él reconoce con satisfacción “los esfuerzos realizados y los que se están realizando”. Pero, recordando algunas palabras de la Homilía pronunciada por el Santo Padre en la solemnidad de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, el 29 de junio de 2010, recuerda que cualquier división de la Comunidad eclesial es un pecado, y que la unidad tiene necesidad del seguimiento radical de Cristo, que ha rezado y reza con nosotros al Padre para que todos seamos una sola cosa.
El tercer motivo es una mirada serena al futuro de esta historia, que ciertamente es guiada por el amor providencial de Dios. Como las generaciones pasadas han sabido dar un valiente testimonio de Cristo y de la unidad de la Iglesia, así también las comunidades cristianas de hoy deben dar testimonio y anunciar el Evangelio de Jesucristo a las multitudes que tienen hambre y sed de Dios. En el corazón de María Santísima, Auxilio de los Cristianos, encontraremos la fuerza y el modelo para realizar la misión.
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