“Para que los cristianos se comprometan a ofrecer en todas partes, especialmente en los grandes centros urbanos, una contribución válida a la promoción de la cultura, de la justicia, de la solidaridad y de la paz”
Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) – El mundo actual vive en constante cambio. Los fenómenos económicos, la industrialización, la revolución tecnológica han producido una transformación considerable en las estructuras sociales, tanto a nivel individual como a nivel familiar. Se producen grandes migraciones que concentran millones de seres humanos en torno a grandes centros urbanos, cuyas zonas periféricas suelen estar marcadas por la pobreza y la carencia de los medios más básicos. Curiosamente, incluso en las zonas urbanas con una economía fuerte, se constata con frecuencia el individualismo y la soledad más dolorosa. Las relaciones interpersonales se deshumanizan, se hacen frías e impersonales.
Toda esta realidad necesita ser evangelizada. Las grandes ciudades son cada vez más cosmopolitas, y se convierten en un agregado de razas diversas, de culturas diversas. En muchas ciudades tradicionalmente cristianas, no existe actualmente una situación social de cristiandad, de valores basados en el Evangelio. De alguna manera, a través de la globalización, cada ciudad y cada pueblo se han convertido en una imagen del mundo donde están presentes las realidades más diversas, las culturas más diversas, y también una gran diversidad de credos religiosos.
Los discípulos de Cristo debemos sentir el dulce deber de hacer presente el Evangelio en la realidad social de todos los ambientes y de todos los lugares. Donde las raíces cristianas están desapareciendo, es necesario presentar de nuevo, con convicción y vigor, la verdad del Evangelio de Cristo. Nuestros contemporáneos son especialmente sensibles a ciertos valores, como la solidaridad y la paz. El Evangelio ha sido siempre creador de estos valores pues en definitiva nacen de amor de Dios que se nos ha dado en Cristo. Cristo, se ha despojado de su rango y se ha hecho solidario con nosotros por la Encarnación, ha asumido nuestra pobreza para hacernos “solidarios” de su vida divina. Él es nuestra paz.
Ante los retos que presenta la situación actual, el Santo Padre nos llama a contribuir a crear cultura, a dar testimonio de la justicia. La cultura se manifiesta en el pensamiento, las costumbres, el arte, la música, las fiestas. Nace de los valores que fundamentan la sociedad. El Evangelio debe contribuir a hacer presentes en la sociedad esos valores que caracterizan la verdadera humanidad, que elevan al hombre en sí mismo haciéndole capaz del don de sí.
Para que haya una comunión verdadera entre los hombres no basta una cercanía física. Es necesaria una fuerza aglutinante, creadora de comunión. Como subrayaba el Papa Benedicto XVI, “las grandes ciudades europeas y americanas son cada vez más cosmopolitas, pero con frecuencia les falta esta savia capaz de hacer que las diferencias no sean motivo de división o de conflicto, sino más bien de enriquecimiento recíproco. La civilización del amor es convivencia respetuosa, pacífica y gozosa de las diferencias en nombre de un proyecto común, que el beato Papa Juan XXIII apoyaba sobre los cuatro pilares del amor, la verdad, la libertad y la justicia” (Discurso al final del Santo Rosario con los universitarios, 1 de marzo de 2008). Nuestra misión consiste en construir esos pilares con la fuerza del Evangelio para poder sostener un mundo que, en muchos aspectos, amenaza ruina
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