Han pasado poco más de 40 años del Concilio Vaticano II
¿Podemos intentar un balance? ¿Cómo están las misiones hoy?
Damos una mirada al pasado. Entre 1850 y el Concilio, las
misiones vivieron un capítulo significante en su historia. Hubo errores por
varios condicionamientos. Pero sería injusto desconocer los muchos aciertos,
los muchos progresos que se realizaron en esa época. Se multiplicaron los
institutos misioneros, se promulgaron las grandes encíclicas misioneras, nació
la misionología, empezaron a formarse un clero y un episcopado indígenas; entraron
en la actividad misionera las religiosas y los laicos, sobre todo los
catequistas. También hay que recordar los abundantes y efectivos frutos que
produjo la providencial decisión de Pio XI de exigir a todas las congregaciones
religiosas que asumieran por lo menos un compromiso concreto en territorio de
misión.
La Iglesia comienza a hacer un exámen de conciencia. Reconoce
sus fallas, renueva sus propósitos. Renuncia al triunfalismo, al autoritarismo,
al clericalismo. Se propone atender más conscientemente a los signos de los
tiempos y a salir de su inmovilismo. La Iglesia profundiza en sus raíces
evangélicas. Se presenta pobre y amiga de los pobres, hecha para servir y no
ser servida. Se hace diálogo. Y no se trata de un oportunismo, sino de camino
de conversión, si así podemos definirlo, de un estilo que es propio de Jesucristo,
y que debe ser propio de todo el pueblo de Dios.
La Iglesia no se aísla
en su autosuficiencia, se abre más a la humanidad. No quiere conquistas, sino
amar; no quiere dominar, sino servir. No pone su seguridad en estructuras, sino
en Cristo. No se apoya en el poder humano, en la alianza con los grandes de la
tierra, sino en el Espíritu Santo, en la fuerza del Evangelio, en la locura de
la Cruz.
Los propósitos son excelentes, pero no bastan para detener la
crisis que ha empezado a producirse de una manera grave dentro de la Iglesia.
Debemos ponernos en camino para superar estas crisis. Si
damos una visión rápida a la situación de la Iglesia en el mundo de hoy,
descubrimos señales de superación:
- 1) Se va tomando conciencia que la Iglesia es misionera por naturaleza.
- 2) Según una estadística presentada por la obra de san Pedro Apóstol, los seminarios mayores en los territorios dependientes de la congregación para la Evangelización de los Pueblos ha crecido en su número.
- 3) Desde hace algunos años, en las Iglesias del Tercer Mundo hay más seminaristas mayores que en las Iglesias de Occidente.
El Concilio Vaticano II estimulaba a
las jóvenes Iglesias a que participaran
cuanto antes activamente en la misión universal de la Iglesia, enviando
también ellos misioneros que anuncien el Evangelio por toda la tierra, aunque
sufran escasez de clero ( Decreto Ad-Gentes 20). Es una invitación explícita a
todas las Iglesias a dar desde su pobreza.
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