Homilía de Mons. Vicente Bokalic

Con motivo de los 30 años del Centro de Misionología Juan Pablo II, Mons. Vicente Bokalic (Obispo Auxiliar de Buenos Aires y Pte. de la Comisión Episcopal de Misiones) presidió la Celebración Eucarística; aqui su homilía:

La Palabra de Dios, que nos propone la Liturgia de este día tiene claras acentos misioneros y que iluminan este acontecimiento eclesial que estamos celebrando con gozo y en actitud agradecida:  30 años de vida y servicio ininterrumpido  del Centro  de Misionologia para el Cono Sur.
El evangelio nos presenta una jornada misionera de Jesús: toma la iniciativa saliendo  al encuentro  de una mujer enferma (la suegra de Pedro) la toma de la mano, la cura de su fiebre y le da la  posibilidad reintegrarse con plenitud,  sirviendo a los que llegan a su hogar, recibe a muchos enfermos y endemoniados sanándolos, muy de madrugada se retira a  un lugar apartado para orar a su Padre, recibe nuevos reclamos de parte de sus discípulos  “todos te están buscando” pero les dice que “vayamos a predicar también en otras poblaciones vecinas, porque para eso he sido enviado” y continua predicando y sanando en otras poblaciones anunciándoles el Reino. Con su jornada Jesús marca el ritmo, la prioridades, las actitudes y las acciones del evangelizador y misionero: cura-predica y ora.
En este pasaje encontramos las dimensiones centrales de la vida de Jesús y de todo discípulo-misionero, que quiera ser verdadero instrumento del Reino de Jesús: acción y contemplación. Ambas dimensiones están íntimamente ligadas pues una lleva a la otra y se enriquecen mutuamente.  En la vida de Jesús son frecuentes los pasajes de oración e intimidad con su Padre Dios, pero no están desligados de su vida activa: predicación, encuentros con todo tipo de pobres, enfermos y marginados. Es que la misma actividad, por momentos intensa y que no le daba tiempo para descansar, le llevaba buscar momentos de “desierto” para encontrarse en el silencio y en la oración  con su Padre. Necesitaba estos momentos para ir discerniendo su acción, compartiendo todo lo que vivía y sentía con quien lo había enviado. Desde este encuentro intimo, y a veces prolongado volvia al encuentro de la gente para servir a muchos que buscaban la verdad, el consuelo, la sanación de sus dolencias, y  salvación integral de sus vidas.
En este pasaje aparece una expresión que nos hace pensar en su misión, que supera los límites y necesidades de grupos o comunidades: “vayamos también a otras poblaciones….para eso he sido enviado”. Había en  ese lugar muchos que lo estaban buscando que reclamaban de su presencia salvadora, pero sentía que debía ir hacia otros que aun no habían escuchado y experimentado la buena noticia del Reino. Hay en Jesús una pasión y urgencia de llegar a otros…y no quedarse ni instalarse  en un lugar. Es lo mismo que experimentaba Pablo que después de su experiencia del amor salvador de Jesús, que transformo su vida radicalmente, siente la urgencia y la pasión de evangelizar en distintos territorios y gente que aun no conoce el amor de Dios manifestado en Cristo, “que entrego su vida” por la salvación de todos. Esta experiencia de amor tan profunda le hace abrir los ojos a las búsquedas, necesidades y miserias de muchos hermanos Y ya no va a descansar ni quedarse con algunos solamente mientras hay tantos que aun no conocen el amor de Dios. Pablo con el anuncio de la Palabra, iba suscitando la fe en los oyentes, los que se convertían , se hacían bautizar y comenzaban a formar comunidades.  Estas comunidades fueron atendidas por Pablo por un tiempo y después continuaba su camino dando cuace a su celo evangelizador. “ay de mi si no predicara el Evangelio”, nos hace pensar que le quemaba la urgencia de ir al encuentro de otros.
La actividad misionera de Jesús y de su Apóstol Pablo  iluminan el llamado a la misión continental que nos hacen los pastores desde Aparecida. Ya no podemos quedarnos “puertas adentro”  esperando y atendiendo algunos que llegan a nuestras comunidades eclesiales, sino que estamos urgidos a “salir” al encuentro de inmensas mayorías que aun no han experimentado el amor salvador de Jesús, o que se han apartado por distintos motivos de la fe y de las comunidades eclesiales. “La conversión pastoral  de  nuestras comunidades exige que se pase de una pastoral de mera conservación a una pastoral decididamente misionera. Así será posible que el “único programa del Evangelio siga introduciéndose en la historia de cada comunidad eclesial” (N.Mi. 12), con nuevo ardor misionero, haciendo que la Iglesia se manifieste  como una madre que sale al encuentro, de una casa acogedora, una escuela permanente de comunión misionera.”( AP. 370)
En este contexto litúrgico y eclesial estamos dando gracias por 30 años del Centro de Misionologia. El concilio Vat II –del que se ha de cumplir 50 años de su apertura  el próximo mes de octubre- particularmente en su constitución  Lumen Gentium y el decreto Ad Gentes nos ayudaron a redescubrir que la “Iglesia peregrinante  es  misionera por naturaleza”( A.G. 2). El magisterio de los Papas, de entre ellos la Redemptoris Missio de Juan Pablo II, el acontecimiento de Aparecida para nuestro continente americano, y  el llamado al Año de la Fe del Sumo Pontifice Benedicto XVI y que iniciaremos el próximo 11 de octubre nos alientan renovar nuestra fe en Jesús asumiendo  nuestra condición de discípulos-misioneros.
El Centro de Misionologia nació como respuesta a este llamado de renovación: haciendo  mas viva y visible “la naturaleza misionera de la Iglesia”. Jesus con su accionar misionero inspira las líneas maestras de este centro, que ofrece un espacio de encuentro, de estudio, de intercomunicación, de profundización de la vocación misionera de todo bautizado y en particular de aquellos que ya han respondido con sus vidas al llamado misionero. 
La formación debe apuntar prioritariamente a un renovado encuentro con Jesucristo, como lo dice también Aparecida en su n. 12 “A todos nos toca recomenzar desde Cristo, reconociendo que “no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y con ello, una orientación decisiva.” Benedicto XVI en su homilía al inicio de conferencia de Aparecida. En la misma línea se pronuncio el Papa ante la Curia Romana el pasado 22 de diciembre de 2011.
Es la experiencia y gracia de Pablo que lo hizo evangelizador de los paganos y le ayudo ser fiel en todas las pruebas. En horas de cansancio, de rutinas, de contradicciones, de incomprensiones “debemos recomenzar desde Cristo. En estas jornadas de formación, de renovación y especialización en varias materias no podemos olvidar esta dimensión que será la base de nuestra formación misionera y de nuevos compromisos en las Iglesias particulares, o en comunidades de consagrados/as.
Pablo se hizo “todo a todos para ganar por lo menos a algunos”: debemos conocer “amando a nuestro mundo con sus luces y sombras” para poder transmitirles nuestra experiencia de Jesús de modo eficaz y comprensible al hombre contemporáneo. Esto implica estudio, compartir experiencias, conocer  y aceptar distintas realidades y rasgos culturales de nuestros países, buscar maneras de inculturar el Evangelio. Hacerse todo a todos nos habla de sencillez, de humildad, de escucha atenta de nuestra gente, de cercanía a los alejados, a los marginados y excluidos de nuestra sociedad. Nos habla de una actitud de mansedumbre, de acogida cordial, de paciencia a los tiempos de los demás, de dejar nuestras esquemas a veces rígidos y pre-elaborados para acomodarnos al ritmo de la gente a evangelizar.
La formación debe ir acompañada con la acción. Mientras nos vamos formando en distintas materias, debemos vivir activamente nuestra condición de  misioneros. Es la formación en la acción: como lo hizo Jesus con sus discípulos. No basta solo asistir o participar de cursos o completar exigencias académicas. Mientras nos vamos formando –desde las clases, las lecturas, los trabajos- debemos vivir activamente nuestra condición de misioneros en compromisos concretos. Es que nuestro compromiso misionero va enriquecer la reflexión, el encuentro y la profundización de los temas.
Por último participar de este Centro nos debe “hacer animadores misioneros en nuestras comunidades, parroquias, congregaciones, diócesis”. Todos estamos llamados a una conversión pastoral en clave misionera, pero el hecho de poder participar de este centro de formación misionera nos debe impulsar con nuevas fuerzas a asumir nuestro rol de “animadores” promotores de una Iglesia más misionera. La Iglesia en sus distintas instancias y lugares necesita de Animadores misioneros que inquieten, que promuevan, que se impliquen en la conversión pastoral, para que toda nuestra Iglesia sea mas misionera.
Que Maria, la mujer oyente de la Palabra, la que fue dócil al llamado del Señor, la que siendo Madre, no dejo de ser Discípula de su Hijo y la que acompaño con su oración y presencia a la Iglesia naciente en Pentecostés  interceda para nosotros –discipulos misioneros de Jesus-  la alegría  y la fidelidad creativa en nuestro camino misionero.

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