En su homilía el Obispo de Roma afirmó que “gracias a la luz y la fuerza que viene de lo alto, el papado constituye el fundamento de la Iglesia peregrina en el tiempo”; si bien emergen también, a lo largo de los siglos, “la debilidad de los hombres, que sólo la apertura a la acción de Dios puede transformar”.
“En verdad –dijo también el Papa–, la promesa que Jesús hace a Pedro es ahora mucho más grande que las hechas a los antiguos profetas: Éstos, en efecto, fueron amenazados sólo por enemigos humanos, mientras Pedro ha de ser protegido de las ‘puertas del infierno’, del poder destructor del mal”. Y añadió que “Pedro es confortado con respecto al futuro de la Iglesia, de la nueva comunidad fundada por Jesucristo y que se extiende a todas las épocas, más allá de la existencia personal del mismo Pedro”.
El Pontífice recordó a los queridos Metropolitanos que el palio que les impuso, les recordará siempre que han sido constituidos “en y para el gran misterio de comunión que es la Iglesia”, edificio espiritual construido sobre Cristo piedra angular y, en su dimensión terrena e histórica, sobre la roca de Pedro. Y animados por esta certeza, afirmó “sintámonos juntos cooperadores de la verdad, la cual –sabemos– es una y ‘sinfónica’, y reclama de cada uno de nosotros y de nuestra comunidad el empeño constante de conversión al único Señor en la gracia del único Espíritu.
Su Santidad concluyó su homilía implorando de la Santa Madre de Dios que “nos guíe y nos acompañe siempre en el camino de la fe y de la caridad”.
El palio implica una llamada a los sacerdotes y a los fieles a consolidar una auténtica comunión con sus pastores y entre ellos, como miembros de la Iglesia. Resalta el valor y sentido de comunión eclesial entre los arzobispos metropolitanos y el Papa, y los arzobispos metropolitanos y los obispos
(María Fernanda Bernasconi – RV).
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