Carta de una Misionera

Julio 2012, Cochabamba, Bolivia


Holas!!!!!Familia, amigos, comunidad, y a quienes Dios quiere que lleguen estas líneas!!!

¿Cómo están? Les cuento que yo aquí muy bien; ahora en Cochabamba, acabo de comenzar mis ejercicios espirituales y tengo la enorme necesidad de escribirles por donde y como ando; por lo pronto tengo muchas ganas de reencontrarme conmigo misma y volver al centro; a veces el camino se hace cuesta arriba a pesar de las convicciones; uno es un bicho mal acostumbrado a las comodidades y al acomodo; y aquí no me ha sucedido eso.
Mi vida transcurre desde hace casi 6 meses en Bolivia, pero particularmente desde hace ya 3 meses en San José del Cavitu, que es una pequeña comunidad de la selva amazónica boliviana con cerca de 60 familias, un lugar perdido para los gobernantes, para los mapas y casi para el resto del mundo; pero que no es un lugar desconocido ni ajeno para Dios.

Ya que como Dios hizo en la pequeña Belén ha decidido morar también en esta comunidad marginada, pobre y sin nada, sin nada material aclaro; porque tienen una fe y una convicción capaz de mover montañas. Son tan asombrosos en su encuentro con su Padre Creador que no viven su pobreza como carga, tampoco con resignación, ni mucho menos como castigo divino; es más bien como una sabiduría que les dice que Dios en la naturaleza les proveerá aquello que necesiten para vivir; y así sucede definitivamente puesto que: el río les provee el agua necesaria para beber, bañarse, cocinar e incluso recrearse, y es también fuente de comida con la pesca; el monte les provee de los animales salvajes que son un preciado bien: las anta, los o’ochi, los manechi entre otros; la flora les provee de cítricos por doquier que crecen como frutos silvestres, la tierra por su parte les es propicia para sembrar yuca, plátano, arroz y chocolate base de su alimentación, a su vez que les da el preciado barro con el que construyen sus casas mezclados con las ramas de jatata. Viven en el día a día; practican eso que Dios nos dice de que “A cada día le basta su preocupación” cada día recogen lo que han de comer, comen lo que hay y cuando hay; mas nunca les falta.

Ustedes me preguntaran como se hace para vivir así, yo en verdad aun no entiendo nada, pero sí sé que son los Lirios más hermosos que he visto; son unos seres maravillosos, la maldad y el egoísmo tienen muy poca cabida en esta gente que es trabajadora, solidaria y afectuosa; no digo que son perfectos; mas si afirmo que tienen una pureza que nosotros ya hemos perdido. Es real que tienen necesidades y que su vida no es un cuento de Adas; pero viven!. Es verdad que a mis ojos occidentalizados les hacen falta muchas cosas: un doctor permanente y recursos sanitarios, un camino por el que pueda transitarse todo el año, agua potable, energía eléctrica, mejores oportunidades educativas y algún medio de comunicación; pero insisto creo que son más mis necesidades que la de ellos mismos.

En cuanto a un tema extraordinario de creer es que el dinero en sí mismo prácticamente no circula en san José puesto que no hay quioscos, almacenes ni nada que se le parezca (ni nada en que gastar), el comercio se da fundamentalmente por el intercambio de bienes; en temporada seca cuando puede venderse la producción la gente cuenta con dinero para ir a la ciudad (San Ignacio) y comprar allí lo que no producen sal , azúcar (si no han podido hacer miel de caña) aceite (sino extrajeron bastante del motacu para satisfacer sus necesidades) y obviamente ropas, remedios y útiles escolares.

Ya les he contado algo de San José y su gente; ahora paso a contarles de mi vida en esta realidad.

Y la verdad es que cuando me detengo a reflexionar le pregunto a Dios cómo puede ser que por unos instantes se me hubiese ocurrido pensar que quizás podía traer algo de Su mensaje a este pueblo; si en verdad y con toda humildad he de confesar que soy yo quien día a día ha sido la reevangelizada; la que ha descubierto la vida de la comunidad, la fe sencilla sin palabreríos vanos, el fervor y la devoción popular por Dios, un Dios tan cercano como amigo; un sentido de la hospitalidad y caridad sin comparación. Me han abierto a un redescubrimiento de la vida y su sentido permitiéndome descubrir: una vida más sencilla y austera; una vida más desprendida; una vida con menos lujos, pero más verdades; una vida más auténtica; una vida menos vacía de sinsentidos y bienes materiales, pero más llena de gratitud y reconocimiento de los infinitos regalos que Dios me ha hecho y hace a cada minuto de mi vida; una vida más semejante a la que Cristo propone para quienes quieren seguirlo. En fin, cuán lejos estoy de este camino que se me ha manifestado y propuesto, pero cuan agradecida estoy por poder conocerlo, por tener la gracia de descubrir que Dios sigue haciéndose presente en la Historia, en nuestra historia personal ; y que como siempre sigue haciéndose carne en aquellos más pobres, y olvidados.

Aún me queda largo camino por recorrer, muchos días e instancias de aprendizaje, muchos momentos en los que Dios me pondrá en jaque, y donde mis verdades tambalearan; más le pido a Dios que no me suelte y que me deje seguir conociéndolo a partir de mi vida en este San José. A ustedes les pido que me acompañen, con sus pensamientos, sus oraciones; ¡no saben la falta que me hacen! a esta distancia y en cierta manera en esta soledad.

Me voy despidiendo de ustedes, con el profundo deseo y ahínco de que estas cosas que he querido compartirles les lleguen, ojala mis palabras en este texto pudiesen tener la pasión y el fervor necesarios para convencerlos (y también convencerme a mí misma) de que “ya es hora”, es el tiempo de volver el corazón a Dios.

Besos y bendiciones para todos. Los quiero mucho.

María Eugenia

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