Homilía Santa Misa de Acción de Gracias-Despedida del Pbro. Osvaldo Pablo Leone


“Grandes y admirables son tus obras, Señor, Dios Todopoderoso, justos y verdaderos son tus caminos, Rey de los pueblos”, estas palabras de la primera lectura, nos recuerdan la presencia constante de Dios en nuestra vida de todos los días. Son expresiones de reconocimiento por todo lo que el Señor va haciendo con nosotros en la propia historia personal y en la historia de la Iglesia, en el mundo.
Sin embargo, algunas veces nos puede parecer que Dios no está o que se olvidó de nosotros; esas experiencias de oscuridad, soledad y muchas veces llenas de absurdo, son momentos privilegiados en los que se fortalece nuestra fe, crecemos en la paciencia y en la esperanza. 
Dios se pronuncia siempre, es palabra viva y eficaz, está siempre presente, no depende de la moda o de los vaivenes de nuestro agitado mundo.  Incluso para muchos llega a ser presencia y palabra que incomoda, porque nos recuerda que la vida es un don y una tarea que nos exige coherencia y si tenemos fe con más razón. Cuántas veces tenemos la tentación de participar en otras cuestiones que no tienen nada que ver con el Evangelio, con nuestra identidad como hijos de Dios, discípulos de Jesús; ¿no es acaso ejemplo de esto, la búsqueda de poder, el tener y el placer de manera desenfrenada, fuera y dentro de la Iglesia? La Palabra de Dios siempre nos aconseja estar atentos, vigilantes con estas cosas para no caer. Ser coherentes no es fácil.
La Palabra de Dios en el Evangelio de hoy nos dice: “Los detendrán, los perseguirán, los entregarán….a causa de mi Nombre, para que puedan dar testimonio de Mi”. Son palabras fuertes y que describen una realidad. En este año de la Fe y pensando en la misión, en la entrega de cada uno de nuestros misioneros - algunos apostados en lugares de mucho conflicto y riesgo para sus vidas - me animo a reflexionar no solamente en la urgencia de ser coherentes, sino también en nuestra confianza en Jesús para vivir su palabra, sin miedos, fortalecidos en él, enteramente confiados en su amor que jamás nos abandona.
Creo que este, nuestro tiempo, es un tiempo donde lo único que puede calar hondo en los corazones y despertar deseos de seguir a Jesús cuando nos ven, es el testimonio. Todos estamos un poco saturados de palabras, bien lo decía ya Juan Pablo II en Redemptoris Missio n° 42: El hombre contemporáneo cree más a los testigos que a los maestros; cree más en la  experiencia que en la doctrina, en la vida y los hechos que en las teorías. El testimonio de vida cristiana es la primera e insustituible forma de la misión”.

La primera forma de testimonio es nuestra propia vida, nuestras opciones, comportamientos,  actitudes. El testimonio no es la apariencia de algo que no somos, no tiene que ver con la búsqueda de fama y honores como si estos fueran el fin de nuestra vida. Miremos a Jesús, el servidor de todos, miremos cómo lo hizo y aprendamos de Él.
Todos somos más sensibles al testimonio de la atención al otro y la caridad, a la compasión y la misericordia hacia los que más sufren o se sienten solos, más que a las palabras.

 “Para que den testimonio de Mi” dice Jesús en el Evangelio. Estas palabras nos tienen que dar una gran libertad interior y exterior. Nos tienen que hacer más insertos en la vida de nuestro pueblo, más abiertos a escuchar las necesidades de nuestros hermanos en el mundo entero, como nos muestran con su vida tantos misioneros, pero siempre con la libertad que nos da el obrar en nombre del Señor Jesús. Como testigos suyos.
Todos tenemos un poco la experiencia de que seguir a Jesús y dar testimonio de él, es fácil cuando las situaciones no nos comprometen demasiado, pero cuando nos tenemos que jugar por la causa de su Reino, cuando tenemos que ser coherentes con la fe que profesamos como discípulos misioneros suyos, ahí empiezan las dudas para vivir a fondo su palabra.
Asumir posiciones valientes, con paciencia y entereza de carácter ante situaciones de injusticia donde no se respeta la vida, sobre todo la de los más indefensos, creo que es una de las cosas que más nos cuestan. Sin embargo es justo allí, donde se nos exige ser coherentes  y dar testimonio del Señor Jesús con valentía.

En estos cinco años de servicio en las Obras Misionales, he podido contemplar también yo, que grandes y admirables son las obras del Señor y he tenido muchas oportunidades de dar testimonio de su presencia en mi vida, como discípulo y sacerdote suyo. Cada día de estos 5 años le he pedido a Jesús la gracia de vivir con coherencia y valentía nuestra vocación de discípulos y mi vida sacerdotal.
Entre las alegrías que me brindó este servicio, quisiera dar gracias al Señor y a todos los que de una manera u otra han hecho posible cada una de estas alegrías:

·         El IV Encuentro Nacional de Animadores de la IAM (Concordia), el VII Encuentro Nacional de Familias Misioneras (Buenos Aires), el 3er. Encuentro Nacional de Grupos Misioneros (San Miguel)  y el 1er. Encuentro Nacional de de la IAM (La Rioja).
·         Los encuentros anuales en cada una de las 8 Regiones Pastorales, con los Directores Diocesanos de OMP y los Equipos Diocesanos de Misiones, con todo el trabajo y entrega de laicos, religiosas/os y sacerdotes.

·         La Asamblea Anual de Directores Diocesanos de las OMP, con la oportunidad de encontrarnos para vivir la fraternidad y comunión con cada uno de los Directores.

·         Todos estos años compartidos muy de cerca con los Secretarios Nacionales de cada una de las Obras Misionales: Hna. Marcela, P. Pedro y Antonia, e igualmente a sus equipos de trabajo y colaboradores. Quisiera recordar también a los que ya no están, pero que han dado lo mejor de sí en este servicio a toda la Iglesia: Hna. Mariel, Hna. Almudena, P. Marcelo y P. Dante. También a quien coordina el Centro de Misionología “Juan Pablo II”, Hna. Sonia, y a Victorina, su predecesora.

·         Todo los pasos que se fueron dando en el desarrollo de cada una de las Obras Misionales, el trabajo de cada uno de los equipos, el área de comunicación, el área de administración, la revista “Iglesia Misionera Hoy” como un instrumento de ayuda pastoral para cada una de nuestras parroquias en la animación y formación misionera, cada servicio que se presta en esta Sede Nacional con todo su personal, y la oración constante, silenciosa y fiel de los adoradores del Santísimo, tesoro insondable de este lugar.

·         La acogida y fraternidad de los Obispos de nuestras diócesis, que han abierto las puertas de su diócesis acompañando y animando todas las actividades de las OMP, los equipos y Directores Diocesanos.

·         La oportunidad de participar, formarme, compartir la fe y vivir la comunión, en los Encuentros Continentales de Directores Nacionales y los que mantuve junto a Secretarios de las cuatro Obras en la Región Cono Sur.

·         El viaje a Roma de cada año, para la Asamblea Anual de Directores Nacionales de todo el mundo, con la gracia de poder celebrar la Eucaristía en la Sede de Pedro, y como hijo de la amada Iglesia, encontrarme con el Sucesor de Pedro, el Papa Benedicto XVI.

·         Cada una de las obras que se han podido llevar adelante en esta casa que está destinada a la formación de laicos, familias, sacerdotes, seminaristas y religiosos/as, con el esfuerzo de tantas personas.

Profundamente agradecido con Dios por todas estas alegrías y tantas otras, y también porque me ayuda cada día a vivir muy unido a su Hijo los momentos de oscuridad y cruz, solamente quiero decir de corazón ¡Grandes y admirables son tus obras, Señor! 



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