13 de Febrero, Miércoles de ceniza.


Podemos llamar a este día, una especial estación espiritual. De manera particular para nosotros, los cristianos.
Comenzamos nuestra preparación para vivir el misterio pascual centrado en la Pasión, muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo.
Tiempo litúrgico fuerte para nuestra fe, centrada en una palabra que la encontramos en muchos textos del Antiguo Testamento y que no olvidan los autores sagrados del Nuevo Testamento: Conversión.
El llamado es fuerte: “Conviértanse y crean en el Evangelio”; este mensaje es traducir: Convertirse es creer de una buena vez, que Dios es el Autor de la vida, que nos sostiene, que es el único que puede salvar y a quien debemos servir y adorar. A la vez es reconocer nuestra limitación humana, ya que la ceniza que se nos impone recuerda nuestra condición y nuestro futuro: “Eres polvo y al polvo volverás”.
No es para asustarse o esconderse de Dios, al contrario, es estar más cerca de Él. La invitación en este tiempo de cuarenta días es para reflexionar y reconocer que siempre debemos estar atentos y en oración continua para cambiar actitudes de la vida.
Se nos pide ayuno y abstinencia. Es limitar los desbordes de todo tipo. San Pablo nos deja un escrito monumental que dio lugar a grandes conversiones en la historia en este tiempo cuaresmal: “No andemos en comilonas ni borracheras, ni en peleas  o envidias, ni lujurias o deshonestidades; revistámonos de nuestro Señor Jesucristo y no nos dejemos llevar por las pasiones de la carne”. Este texto de la carta a los romanos es muy actual. El hombre necesita volver a Dios, de manera especial en esta época que nos toca vivir, casi descristianizada.
La primera lectura de la misa de este día es del profeta Joel capítulo 2: “Vuelvan a mí de todo corazón; con ayuno, con llanto, con luto”. Sepamos interpretar al profeta. No es solo no comer, no dormir o no ser feliz, como algunos quieren a su manera dar la interpretación de lo que Dios nos dice. Primero volver a Él, ese es el primer paso a la conversión; el llanto es sinónimo de reconocimiento de nuestras miserias y limitaciones, es reconocerse pecador, sin miedos y sin vergüenzas; el luto es el símbolo de la oscuridad, que es mantener un poco el silencio exterior e interior, es ir viviendo un poco el espíritu del desierto, tantas veces deseado y pocas veces vivido.
En esta jornada, en el Evangelio de Mateo, cap 6, Jesús nos pide dar limosna, ayudar, sin hipocresías, retirándonos a nuestra habitación, cerrando la puerta, en lo secreto, orar, pedir perdón; y el Padre que ve en lo secreto, nos recompensará.
Este día recibimos las cenizas obtenidas al quemar las palmas del Domingo de Ramos anterior. Que desde nuestra misión cotidiana descubramos que esta cuaresma debe ser no una más, sino la que el Señor pone en nuestra camino para la conversión pastoral, del corazón, y de nuestro ser misionero con un mejor testimonio de vida. Así sea.

Padre Dante De Sanzzi
Director de OMP Argentina

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