La
cooperación es una tarea importante para nuestra labor misionera, pero surge en
muchos miembros de la Iglesia la pregunta: ¿Cómo hacerlo?
Podemos
responder que hay muchos modos de ayudar, muchas iniciativas a concretar.
Una forma de
cooperación es compartiendo los bienes. Es cierto que la época que nos toca
vivir no es la mejor, la más holgada; pero no tenemos solamente que pensar en
lo económico, aunque sea la parte central de la ayuda que otras regiones más
pobres necesitan.
Tenemos para
concretizar la ayuda pastoral. Compartir entre los fieles de distintas
comunidades el camino de fe que transitamos. Es parte importante de la
colaboración misionera.
Nos viene en
mente el relato misionero que llegó a nosotros por medio de San Lucas y es el
libro de los Hechos de los apóstoles; antiguamente este libro se denominaba “Actos de los discípulos”. En
ellos encontramos la solicitud de todas las Iglesias, el que los apóstoles y
otros discípulos del Señor llevaban la Buena Noticia.
Vemos de un
lado al otro el caminar de Pablo de Tarso y su compañero Bernabé, el ingresar
juntos al templo Pedro y Juan, Santiago en España, el hijo de Alfeo en
Jerusalén. Esto es parte de cooperar, visitando comunidades, pueblos y aldeas.
Hoy tenemos
la misión ad-gentes, el envío de misioneros que generosos ofrecen parte de su
vida cristiana a vivirla con los demás, los alejados, los pobres.
La
cooperación puede ser espiritual; es más, debe serlo. No podemos dejar de rezar
los unos por los otros. Nuestro testimonio misionero quedará de manifiesto,
según “el amor que se profesen unos a los otros” nos enseñó Jesús.
Organizar
misiones diocesanas populares, es otra manera de colaborar, de compartir, de
vivir siendo un solo cuerpo y manifestando al mundo descreído que vivimos
cobijados bajo los brazos del Buen Pastor.
Visitar al
enfermo, colaborar con ropa y alimentos, prestar el oído al que necesita hablar
y ser escuchado en la sociedad que el que deja de obrar según el designio de
Dios, no se da cuenta que queda aislado y su vida no tiene sentido.
Todo esto
lleva a una cooperación personal. ¿Cómo se pudo dejar tanto de lado el rezar
por las vocaciones de la Iglesia? Vocaciones a la vida consagrada y a la
misión. Por este motivo, Juan Pablo II invitaba a no caer en la tentación del
abandono.
Por todo
esto saludamos y auguramos buenos frutos pastorales y espirituales para los
misioneros que partieron a otras tierras a evangelizar: sacerdotes, religiosos,
religiosas, familias. Fue la misión del Redentor, hoy es nuestra misión.
Colaboremos con los otros, colaboremos con Dios. “Hay más alegría en dar que en
recibir”. Que sepamos descubrirlo.
P. Dante De Sanzzi
Dir. OMP Argentina
Comentarios
Publicar un comentario