Estamos
llamados a construir un mundo más fraterno. Esta es nuestra función misionera.
¿Cómo lograrlo? Sin dudas debemos recuperar la alegría.
Este
es uno de los dones más preciados y por el cual Dios nuestro Padre desea que lo
pongamos en práctica.
Vivimos
una época muy difícil. Es cierto que desde que el mundo fue creado, el hombre
tiene dificultades y pasa necesidades, pero Dios nos pide edificar el Reino con
rostros serenos y alegres, un corazón abierto a las cosas que descubramos
necesitan nuestros hermanos, y principalmente broten de nuestros labios una
continua acción de gracias al Señor por tantos beneficios que descubrimos en
nuestra vida.
Quien
sigue a Cristo, Hombre perfecto, sin duda se hace a sí mismo más hombre, es
decir, se configura, se va perfeccionando, se purifica.
Tenemos
que cumplir nuestro deber de misionero con espíritu cristiano. Parece una
contradicción esta afirmación; pero es que perdimos el rumbo. Y desde nuestra
misión de todos los días, no podemos caer en el descrédito, en la mediocridad.
Varias
veces me llamó a reflexión este pedido de Jesús a sus discípulos misioneros:
los apóstoles: “tengan cuidado, no sigan a aquellos que dicen una cosa pero
hacen otra”, y esto en referencia a los que se hacían llamar los doctores de la
ley; hombres en apariencia inteligentes pero falsos. No se pueden enseñar leyes
y no vivir la alegría del servicio. Porque luego esta forma de vida termina
siendo amargada, árida, falsa, sin relieve.
Cuaresma
es conversión. Comencemos por nosotros mismos para poder llegar a los demás. El
gran misionero más allá de sus fronteras, Pablo de Tarso, nos deja un pedido
que se transforma en un grito desgarrador: “estén alegres en el Señor, les
repito, estén alegres; que su alegría sea conocida por todos”. El apóstol sabía
lo que decía, lo experimentó en carne propia. Cuando perseguía a los cristianos
lo embargaba la amargura. Cuando descubrió al Señor lo inundó la alegría; a
pesar de la dificultades.
Que
podamos con nuestro testimonio dar crédito de nuestra fe y nuestro trabajo
evangelizador. Transitando el año de la fe tenemos que dejar de lado las quejas
que nos aíslan de la sociedad y mostrar al mundo que es tiempo de una sincera
conversión. De una Iglesia de puertas abiertas, sin discriminaciones, con
espíritu de escucha, fraterna, paciente, alegre, sincera. Es lo que el Señor
desea. Abramos nuestro espíritu a la misión.
Qué
alegría y servicio caminen juntos. Así sea.
P. Dante De Sanzzi
Dir. OMP Argentina
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