Los misioneros reconocemos la especial presencia de Cristo en los pobres, los débiles, los que sufren.
P. Dante De Sanzzi
Especial
delicadeza hay que tener con los más pobres, los enfermos, los abandonados, los
sin trabajo, los ancianos, los jóvenes que se drogan, las familias separadas, y
todos aquellos que están sufriendo por cualquier causa, ya que en ellos Cristo
ha querido identificarse de una manera especial.
Al escuchar
con amor, compartimos penas y los ayudamos de alguna manera; estamos sirviendo a
Jesús mismo y nos hacemos acreedores de su premio eterno: “Vengan, benditos de
mi Padre” (Mt 25,36). No huyamos del dolor del hermano.
Salir de
nuestras costumbres y rutinas. Vamos a encontrar mucha gente que necesita
dialogar y ser escuchada. Vamos a aprender más cosas de la vida.
Sin duda que
es un riesgo misionar, pero debemos asumirlo. La misión es siempre ocasión de
encuentro entre personas diferentes que intercambian experiencias de vida.
Ofrecer el
tesoro del Evangelio y a anunciar a Jesucristo, nuestro único Salvador ayer,
hoy y siempre. Así sea.
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