Orar por la misiones: nos preparamos para el Congreso Misionero Nacional


En más de una ocasión, cuestionamos nuestra vida espiritual. No sabemos qué hacemos bien y en que nos equivocamos.
No tenemos muy claro cuál es nuestro camino y cuál nuestra tarea. Nos confundimos porque nos confunden, y caemos en la maraña del “sin sentido”.
Un ejemplo de los errores que cometemos es pensar e incluso decir “que yo no estoy para la misión”. Cómo que es algo propio de otro e impropio de mi ser.
Todo cristiano tiene una misión. Esto no equivale a que tengo que “irme del país” sí o sí para evangelizar. Otro de nuestros pensamientos erróneos.
Sí debo vivir mi misión “ad-gentes”; quiere decir salir de mi mismo, dejar de ser el “ombligo del mundo”; pensar en los otros que sufren más que yo; que arrastran la vida más que yo.
Pensemos: ¿estoy rezando por las misiones? ¿ofrezco algo por ellas? Que interesante sería para nuestra vida espiritual y pastoral e incluso para mi vida corriente, que no es precisamente muy arraigada a Dios, que se pueda elevar un pensamiento por aquellos miembros de la Iglesia que silenciosamente van haciendo un camino para que otros lleguen a Dios.
En el próximo mes de agosto, la Iglesia argentina va a vivir el acontecimiento de un Congreso Misionero destinado a los equipos de misión que trabajan en las diócesis de nuestro país, que ayudan a los misioneros, a los sacerdotes y obispos, a los que atienden las capillas y parroquias, los que llevan alegría a los agobiados y alivio a los enfermos, a los que enseñan una catequesis misionera, a los que se esfuerzan por llegar a los niños y jóvenes.
Entonces hay un desafío y una labor a realizar: rezar por las misiones. Y esto es ser misionero. Quizás hasta vale más que el “hacer” de misionero.
En este punto nos puede ayudar la figura de Teresita de Lisieux, la santa patrona de nuestras misiones. Con su oración y sacrificio, ofreció su enfermedad y sufrimiento por los misioneros de todo el mundo, sin dejar de hacer “su misión”, que era la que el Señor le encomendó desde su convento.
Nuestras casas, oficinas, colegios, lugar que habite, sean nuestros conventos. Que se transformen en lugares de oración por las misiones y los misioneros. Buen desafío. Ojalá podamos descubrirlo y llevarlo a cabo. Así sea.

P.Dante De Sanzzi
Dir. OMP Argentina

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