12 de mayo, Ascensión del Señor


En este domingo de tiempo Pascual celebramos esta fiesta de Jesús que va al cielo al encuentro con su Padre y para realizar la promesa que hizo: estar siempre con nosotros.
Fue difícil para los discípulos entender al principio esta ida del Señor. El “me voy pero estaré con ustedes” o “les conviene que me vaya”, son dichos inentendibles.
Y es cierto que no se entiende con una mirada plenamente humana. Si elevamos nuestro espíritu al Padre, tenemos que entender que faltaba una parte de Dios en nuestra vida: el Espíritu Santo. Por eso, hoy celebramos su Ascensión para una semana después recibir ese Espíritu, Señor y dador de vida.
Naturalmente que no vemos al Señor materialmente, en cuerpo y alma. Pero sabemos con certeza que está presente en Espíritu y de verdad. Que debía irse para enviar al Abogado, ese Espíritu que intercede por nosotros ante alguna necesidad, duda, miedo o error. Ese Espíritu Santo nos da vida y nos envía de misión.
Sobresale en esta jornada, como en aquella oportunidad que nos llega el comentario bíblico, el sentimiento de soledad y desesperanza; pero tenemos la certeza que muchas veces una partida puede ser, mañana, un motivo de gozo.
                                                             
El final de un trabajo, la frustración en el estudio, el comienzo de una enfermedad, la pérdida de una amistad, hasta la de un ser querido, todos motivos de tristeza y vacío. Pasó con los apóstoles. Pero el Señor Jesús, en su infinito amor y misericordia, sabe compensar.
No dudar nunca de su presencia. Real, activa, poderosa. Preparemos nuestro corazón a su venida. Que la gracia del Espíritu nos haga fuertes en la adversidad, alegres en la vida, prósperos para la misión. Así sea.

Padre Dante De Sanzzi
Dir. OMP Argentina                  

Pintura: Giotto di Bondone (1267-1337), Ascensión.

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