En
este domingo de tiempo Pascual celebramos esta fiesta de Jesús que va al cielo
al encuentro con su Padre y para realizar la promesa que hizo: estar siempre
con nosotros.
Fue
difícil para los discípulos entender al principio esta ida del Señor. El “me
voy pero estaré con ustedes” o “les conviene que me vaya”, son dichos
inentendibles.
Y
es cierto que no se entiende con una mirada plenamente humana. Si elevamos
nuestro espíritu al Padre, tenemos que entender que faltaba una parte de Dios
en nuestra vida: el Espíritu Santo. Por eso, hoy celebramos su Ascensión para una
semana después recibir ese Espíritu, Señor y dador de vida.
Naturalmente
que no vemos al Señor materialmente, en cuerpo y alma. Pero sabemos con certeza
que está presente en Espíritu y de verdad. Que debía irse para enviar al
Abogado, ese Espíritu que intercede por nosotros ante alguna necesidad, duda,
miedo o error. Ese Espíritu Santo nos da vida y nos envía de misión.
Sobresale
en esta jornada, como en aquella oportunidad que nos llega el comentario
bíblico, el sentimiento de soledad y desesperanza; pero tenemos la certeza que
muchas veces una partida puede ser, mañana, un motivo de gozo.
El
final de un trabajo, la frustración en el estudio, el comienzo de una
enfermedad, la pérdida de una amistad, hasta la de un ser querido, todos
motivos de tristeza y vacío. Pasó con los apóstoles. Pero el Señor Jesús, en su
infinito amor y misericordia, sabe compensar.
No
dudar nunca de su presencia. Real, activa, poderosa. Preparemos nuestro corazón
a su venida. Que la gracia del Espíritu nos haga fuertes en la adversidad,
alegres en la vida, prósperos para la misión. Así sea.
Padre Dante De Sanzzi
Dir. OMP Argentina
Pintura: Giotto di Bondone (1267-1337), Ascensión.
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