Se ha
hecho público el Mensaje del Papa Francisco con motivo de la Jornada Mundial de
las Misiones 2013.
El Santo Padre
comienza su mensaje diciendo "este año celebramos la Jornada Mundial
de las Misiones mientras se clausura el Año
de la fe, ocasión importante para fortalecer nuestra amistad con el Señor
y nuestro camino como
Iglesia que anuncia el
Evangelio con valentía".
“El Año de la fe, a
cincuenta años de distancia del inicio del Concilio Vaticano II, es un estímulo
para que toda la Iglesia reciba una
conciencia renovada de su presencia en el mundo contemporáneo, de su misión
entre los pueblos y las naciones.
La misionariedad no es sólo una cuestión de territorios
geográficos, sino de pueblos, de culturas e individuos independientes,
precisamente porque los “límites” de la fe no sólo atraviesan lugares y
tradiciones humanas, sino el corazón de cada hombre y cada mujer.
El hombre de nuestro tiempo necesita una luz fuerte que
ilumine su camino y que sólo el encuentro con Cristo puede darle. ¡Traigamos a
este mundo, a través de nuestro testimonio, con amor, la esperanza donada por
la fe! La naturaleza misionera de la Iglesia no es proselitista, sino
testimonio de vida que ilumina el camino, que trae esperanza y amor”.
Mas adelante señaló “La Iglesia - lo repito una vez más - no
es una organización asistencial, una empresa, una ONG, sino que es una
comunidad de personas, animadas por la acción del Espíritu Santo, que han
vivido y viven la maravilla del encuentro con
Jesucristo y desean compartir esta experiencia de profunda alegría,
compartir el mensaje de salvación que el Señor nos ha dado. Es el Espíritu
Santo quien guía a la Iglesia en este camino”.
En
su mensaje el Papa Francisco señala la especial vinculación de las Obras
Misionales Pontificias con el Santo Padre: “La solicitud por todas las
Iglesias, que el Obispo de Roma comparte con sus hermanos en el episcopado,
encuentra una actuación importante en el compromiso de las Obras Misionales
Pontificias, que tienen como propósito animar y profundizar la conciencia
misionera de cada bautizado y de cada comunidad, ya sea llamando a la necesidad
de una formación misionera más profunda de todo el Pueblo de Dios, ya sea
alimentando la sensibilidad de las comunidades cristianas a ofrecer su ayuda para
favorecer la difusión del Evangelio en el mundo”.
Cocluye diciendo “Bendigo de corazón a los misioneros y
misioneras y a todos los que acompañan y apoyan este compromiso fundamental de
la Iglesia para que el anuncio del Evangelio pueda resonar en todos los
rincones de la tierra, y nosotros, ministros del Evangelio y misioneros,
experimentaremos “la dulce y confortadora alegría de evangelizar”.
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