Quien visita la Basílica de San Pedro en Roma
encuentra en el atrio dos inmensas estatuas, esbeltas, que custodian el pórtico
principal de la Iglesia. Son dos grandes columnas imponentes que señalan dos
aspectos importantes de nuestra fe cristiana: la unidad y la universalidad de
la misión de la Iglesia, fundada en Cristo. Pedro sostiene en sus manos la “llave” como guardián y protector de la
casa, como custodio de la integridad de la fe y como “pater familis” que acoge
a todos los que abrazan el camino del Evangelio. Pablo asegura en sus manos la “espada” con el propósito de extender
el anuncio del Reino, abriendo caminos, quitando malezas, lanzándose “al buen
combate de la fe” por ciudades y pueblos que no conocen a Cristo, ampliando el
horizonte de la gran familia de los hijos de Dios.
Como nos dice el prefacio de la misa en esta
Fiesta: “Pedro fue el primero en confesar
la fe; Pablo el insigne maestro que la interpretó; aquel formó la primera Iglesia
con el resto de Israel, éste la extendió entre los paganos llamados a la fe”.
Siendo ambos diferentes en sus carismas
personales y en la misión asumida en la Iglesia, podemos señalar tres rasgos
comunes que merecen un mayor destaque en sus desempeños por la Evangelización:
·
“Sumar, no dividir”: a pesar de las particularidades de
estos apóstoles que les llevaba a largos debates y discusiones, sobre todo por
las presiones de judíos conversos ante los paganos que experimentaron el don
del Espíritu de Cristo, los santos apóstoles supieron realizar un
discernimiento, fieles al Espíritu, que les permitió un cabal entendimiento,
siendo inclusivos y preservando la unidad basado en el kerigma de la fe, en lo
esencial del anuncio cristiano que acrecienta el número de los bautizados, de
distintas culturas y costumbres.
·
“Testimoniar la fe, no
proselitismos”:
aunque sus caminos fueron diversos, los dos apóstoles ofrecieron un profundo
testimonio de su fe, no sin contrariedades y desvelos, que los llevaron a igualarse
en la corona del martirio, máxima expresión del cristiano: “dar la vida por
amor a Cristo”. Fueron audaces, rompieron moldes culturales, abrieron el
anuncio salvífico con autoridad y libertad, sin descafeinar ni una coma del
kerigma, con la convicción de responder al amor de Cristo que los envió a
servir a la humanidad, proponiéndoles el camino de seguir a Jesús muerto y
resucitado.
·
“Practicar la caridad, no
dogmatismos”: ante
posibles altercados doctrinales o disciplinares, siempre prevaleció en ellos la
práctica de la caridad (ver Hch 11, 29-30) atendiendo el hambre y la sed
material de los más afectados por las crisis. En este caso, fue Judea que se
encontraba en estado de necesidad. La reciente comunidad eclesial se expresaba
en un vivo sentido solidario con aquellos que más padecen.
En conclusión, es una advertencia para la
Iglesia esta Fiesta de San Pedro y San Pablo: unidos en la fe que Pedro y Pablo
proclamaron, abiertos a la universalidad del mundo, atendiendo a los más
necesitados. También no podemos olvidar a los sucesores de los Apóstoles – el
Papa, los Obispos- , a sus colaboradores –presbíteros y diáconos – y a los que
se preparan para tal insigne misión en la Iglesia, al servicio del mundo
entero, particularmente a los Seminarios y Casas de Formación que más padecen
dificultades, en la multiplicación de nuevos discípulos en esta nueva
evangelización.
Seamos generosos con la CARIDAD del PAPA, con
la Obra de San Pedro Apóstol (O.S.P.A.) destinando recursos materiales y
espirituales que ayuden a sostener la misión de la Iglesia: una y universal.
P. Daniel Alberto Lascano
Secretario Nacional de la O.S.P.A.
OMP Argentina
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