En este
día, la Iglesia conmemora en su santoral, al apóstol santo Tomás, reconocido
por su incredulidad luego de la Resurrección del Señor.
Precisamente
remarca este hecho el evangelio de Juan. Luego de su Resurrección, el Señor
aparece ante sus discípulos ofreciendo la paz, esa paz que no es como la da el
mundo, sino que la paz de Dios es la que se deposita en los corazones que le
rezan y confían plenamente en Él, incluso en los momentos de dolor.
Muchas
veces en la vida pueden surgir las dudas sobre la existencia del Ser Supremo.
Arrojamos culpas por los aires creyendo que la responsabilidad de nuestros
pesares es producto de los “errores” del otro. En esta categoria ingresa
también la figura de Dios. Peleamos contra Él. Y a partir de ese momento
comienza la lucha interior que nos lleva a pensar que “si no lo veo, no lo
creo”. Esto ocurrió a este discípulo cuando el Señor apareció y él no estaba
presente. Vaya uno a saber por que camino andaba Tomás; seguramente disperso
por la calle, con la vista en tierra, buscando una explicación a lo sucedido:
“Nos prometió quedarse con nosotros hasta el fin del mundo, ¿y ahora?”.
El Señor
Jesús, en su infinita misericordia y paciencia, vuelve a aparecer para torcer la
incredulidad de su discípulo. Y hace la invitación a probar: “toma tu mano,
acércala a mi mano; toma tus dedos, mételos en mi costado”; la respuesta es
pronta: “¡Señor mio y Dios mio!” , y Jesús continúa con una corrección de amor:
“¿Ahora crees porque me has visto?, felices los que creen sin haber visto”. A
partir de este momento, Jesús lo invita a creer.
Puede pasar
con nosotros: creemos cuando vemos y sentimos, cuando descubrimos signos y
prodigios, y metemos en categoría de milagro cualquier cosa rara o fuera de lo
común. Los milagros existen, pero Dios no es raro ni complicado. Pide que
creamos, que ya, ahora, en este momento pongamos la esperanza en Él. Que brote
de un corazón apasionado el gusto por la misión de evangelizar, llevando su
mensaje, como luego de este episodio lo hizo Tomás, que de hombre de poca fe
pasó a evangelizar gran parte de India y Turquia, para culminar su vida con el
martirio.
Toquemos a
Jesús, “palpemos”su costado, reconozcamos en nuestras vidas la presencia de
nuestro Dios y Señor. Así sea.
Padre Dante De Sanzzi
Stom, Matthias "La Incredulidad de Santo Tomás" (Museo Del Prado, Madrid)
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