En este domingo 21 de julio vamos a encontrar ese
texto significativo del evangelio en que el Maestro visita a las hermanas Marta
y Maria.
Jesús va camino a Jerusalén y de paso para un
momento en la casa de esta familia por quien tenía gran aprecio. Y precisamente
lo muestra el texto: una se dirige al Señor porque realizaba muchas tareas y
estaba con poco tiempo y agobiada; la otra se sentó a los pies de Jesús a
escuchar sus enseñanzas.
Es un poco erróneo detenernos solo a pensar que
Marta se queja porque tiene que “cocinar y limpiar”, queja de mucha gente hoy,
que debe cumplir con esas obligaciones en cualquier hogar; pero en realidad los
quehaceres van mucho más allá: podemos pensar en que Marta cumplía una tarea de
servicio pastoral: si se sigue a Jesús, seguramente sus ocupaciones eran servir
a otros hermanos, atenderlos, escucharlos, trabajar por ellos. La Escritura no
tiene reparo en subrayar la tarea de la mujer en la naciente comunidad
cristiana. Y esto de Marta era muy bueno, el tema central es que Maria, su
hermana, “eligió la parte mejor”: escuchar al Maestro.
Jesús valora la labor de una de las mujeres, pero
enseña que no se puede separar del servicio, la ocupación, de la escucha de la
Palabra. Ambas tareas deben ir unidas.
Así será exitosa nuestra misión: con el trabajo y el
trajín diario debemos llevar también ese espíritu de Maria que fue estar a los
pies de Aquel que sabe como enderezar mi vida y el rumbo de los hombres, que
brota de sus poros la sabiduría de Dios, que me hace descansar y repara mis
fuerzas como lo expresa el salmista en el salmo 22.
El llamado de atención de Jesús es amoroso: “Marta,
Marta, te inquietas por tantas cosas!”, una es la que vale: escuchar y meditar.
Junto a la labor de la misión cotidiana no debemos
dejar de orar, de escuchar la Palabra, de leerla, de meditar, a sus pies, que
me quiere decir el Padre misericordioso. Algo es seguro: nos quere más
tranquilos, serenos y meditativos. En verdad, los que corren una carrera
alocada por la vida, preocupándose por todo y no solucionando nada, van
apagando su existir. Lamentablemente pasa con miembros de la Iglesia:
consagrados y laicos. Que este rico evangelio sirva para la misión. Así sea.
Padre Dante De Sanzzi.
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