En este
día la liturgia celebra la Transfiguración de Nuestro Señor Jesucristo en el
Monte Tabor. Intentaremos entender el episodio.
Jesús
separó a sus tres discípulos más íntimos, Pedro, Santiago y Juan, y se trasladó
con ellos al Monte para manifestar su Gloria. Esta gloria viene de Dios, y el
sentido de la Transfiguración es mostrar el rostro de Dios.
Por eso
en el texto que nos propone el día de hoy, encontramos el relato de “el rostro
resplandeciente, las vestiduras blancas” y el irradiar una paz que solo viene
de Dios y que hizo que Pedro exclamara: “¡qué bien estamos acá!”. Y propone a Jesús armar algunas carpas para
quedarse a vivir eternamente en ese lugar.
Ahí, el
Señor, habla con los profetas Moisés y Elías. E imaginamos la tranquilidad, la
paz, el amor y el silencio tan necesitado en ese tiempo como hoy.
Jesús
mostró a los apóstoles la antesala del cielo. La alegría de estar con Él, de
vivir juntos, de gozarlo y adorarlo. Y así debemos imaginar la imagen futura,
transfigurada de un rostro y un cuerpo natural como el nuestro a algo celestial
y solemne.
Luego
de la visión, Jesús pide que no cuenten a nadie lo visto y vivido. Esperando el
tiempo oportuno para manifestar su Gloria a la humanidad entera. Esto sería
luego de su muerte, en la Resurrección.
Transfiguremos
nuestra vida. Que no solo brillen nuestras vestiduras pasajeras, ni tanto
nuestros cuerpos mortales. Transfigurarnos en espíritu y de verdad. Gozar de
Dios, de esta vida dada por Él, de nuestra misión en este mundo, como la misión
de los discípulos: no callar lo que hemos visto y oido. Así sea.
Pbro. Dante De Sanzzi
Dir. OMP Argentina
Comentarios
Publicar un comentario