Estamos a una semana de la
beatificación del P. José Gabriel del Rosario Brochero, una gracia especial que
recibimos los argentinos para honrar en los altares su memoria y enseñanza,
sobre todo en el estilo de buen pastor que supo transmitir a la Iglesia en su
Curato de San Alberto (noroeste cordobés) y que hoy llega a plasmar un nuevo
paradigma como modelo sacerdotal, anticipándose por décadas al perfil de
presbítero que la Iglesia propone para nuestros tiempos actuales: ser sacerdotes íntegros, solidarios e
itinerantes:
En cuanto a la integridad:
el cura Brochero supo encarnar el evangelio de Jesús con profundo celo
apostólico, alimentando su ministerio con el rezo de la Palabra de Dios, su
Breviario, hasta entregar “todo su pellejo” al servicio de la catequesis y la
evangelización. Fue capaz de “despojarse de sí mismo en el ejercicio de la
caridad” para comunicar en carne propia
el Amor de Dios para con los pobres, enfermos y necesitados llevando consuelo y
esperanza.
Por su solidaridad:
en sus recorridas por aquellas villas y parajes, ninguna realidad le
resultaba ajena a su misión; le preocupaba la miseria humana, material y
espiritual; las faltas de oportunidades para el desarrollo: la educación, las
vías de comunicación, la intolerancia e inestabilidad social; la vida precaria,
sin horizontes de promoción y dignidad. Ante estos retos, Brochero, montado a
su mula “Malacara”, realizó proezas, viajes durísimos, golpeando las puertas
del corazón de tantos hombres y mujeres en busca de gestos de solidaridad, de ayudas concretas, siempre con la confianza
y el buen humor que lo caracterizaba, soportando ciertas resistencias que no
conseguían torcer su espíritu sacrificado y generoso. Con persistencia y buen
talante, encaminaba sus proyectos, impulsado por la firme convicción que Dios
es “profundamente bueno” y genera esa bondad en las personas de buena voluntad.
En su indiscutida itinerancia:
fue un santo varón al punto que su amor por extender el Reino de Dios entre
sus pobladores “no le daba tregua”. Cuántas idas y venidas atravesando las
Altas Cumbres, aquellas sierras que llevaban unos tres días en recorrer, con
los ejercitantes a cuestas, sin medir el cansancio ni riesgos. Dispuesto a
“resolver problemas”, abrió caminos creando una comunión de fieles y de
gobernantes, entre personas de clase alta y el serrano, entre la iglesia de la
ciudad y la del campo, entre gente honesta y el ladrón convertido. Fueron
kilómetros de distancias que se estrecharon, se redujeron por favorecer la
inclusión siendo “agente de encuentro, de unión, de amor fraterno”.
Hoy, el cura Brochero inspira
en nuestra Iglesia argentina un nuevo
modelo de compromiso misionero, tanto en los sacerdotes como en todos los
fieles, que nos cautiva e interpela al mismo tiempo. Señalo tres aspectos a
reflexionar:
1- El cura Brochero asumió
una realidad socio-cultural completamente ignorada en aquel tiempo. Con
tenacidad y prontitud, supo responder en obediencia a la voz del Señor, se
“puso en camino” con total disposición para abrazar a ese pueblo, adoptarlo
como suyo y trabajar por su crecimiento humano y espiritual. Cabe una pregunta:
Como Iglesia misionera: ¿asumo la realidad social,
económica y espiritual, de tantos hermanos nuestros alejados en tierras de
misión, con enormes dificultades para desempeñar su labor de educar en la fe a
los jóvenes vocacionados en los seminarios? ¿Soy capaz de “adoptar algún
seminarista” y ayudarle, aliviando ciertas contrariedades?
2- El cura Brochero creyó en una red solidaria venciendo
obstáculos concretos que resultaban insoslayables. Esta fue su apuesta:
“achicar distancias” para restituir la vida digna a los que la habían perdido y
reunir en “un solo cuerpo” a los fieles, testimoniando una única fe, un solo
Señor, una sola Iglesia, sacramento de comunión. Ni las Altas Cumbres pudieron
detener su ilusión de “ejercitar en la fe y en la caridad” a los hermanos,
tanto serranos como capitalinos, estrechando lazos de amor, amistad y
corresponsabilidad entre unos y otros. Nos preguntamos:
¿Somos visionarios misioneros? ¿Tenemos una mirada de
fe que fomenta la comunión de vida y de bienes con los que menos tienen?
¿Vivimos pidiendo pruebas, justificativos, recibos, reconocimientos, etc. que
nos distancian del gesto confiado y solidario? ¿Cuáles obstáculos me impiden
ser solidario/a?
3- Por último, el cura
Brochero reunió recursos humanos y
materiales llevando a cabo obras edilicias y espirituales para mayor gloria
de Dios. Junto a la recuperación de las capillas, favoreció la edificación de
casas para ejercicios espirituales, para las religiosas, el colegio de niñas,
sin olvidar de ciertas obras civiles para el desarrollo de los lugareños.
Sorprendente fueron las cadenas de esfuerzos humanos que supo articular para el
traslado de materiales, desde áreas más distantes, a fin de concretizar las
obras.
Como cristiano misionero: ¿Tengo consciencia de las
necesidades materiales que existen para garantizar una formación-educación
adecuada en muchos seminarios o casas de formación en la Iglesia? ¿Soy capaz de
compartir mis recursos para estas obras de acción misionera?
Pidamos al próximo Beato Cura
Brochero que interceda a favor de una Iglesia argentina siempre más atenta, más
audaz, más solidaria, con la nueva evangelización en territorios de misión,
principalmente en el servicio a las vocaciones nativas. Colabore con la O.S.P.A
Argentina.
Pbro. Daniel Lascano
Secretario Nacional de la
O.S.P.A
Obras Misionales Pontificias Argentina
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