En este día llevamos adelante la jornada de
oración por los enfermos y a la vez vamos acompañando a aquellos que sufren
dolor en el cuerpo o en el alma.
Tenemos un lema que nos hace reflexionar en
esta jornada: “Ve tú, y haz lo mismo”. Es el pedido del Padre del cielo, que es
ir a aliviar como Él lo hizo.
El dolor, el sufrimiento, están encuadrados
dentro del misterio de Dios. Precisamente algo misterioso es algo que no tiene
respuesta para la mente del hombre. Solo Dios sabe y conoce el porqué de las
cosas.
Está el dolor físico: el desgaste de los
años, un mal quizás arrastrado de hace mucho tiempo o mal curado; también una
deformación de algún miembro, causas que nos hacen sentir débiles e impotentes.
Nos preguntamos que hacer, y no encontramos respuesta más que la resignación.
Pero ésta resignación tiene que ser sana y
santa. Sé que Dios está detrás de este misterioso dolor. Y el enfermo va
descubriendo, con la gracia del Espíritu, que tiene una misión. Y la misión es
ofrenda. Y en verdad ofrecer la enfermedad es dar a Dios lo poco que tengo de
fuerza para la salvación de la humanidad. Con esta mirada de fe, se puede
encontrar sentido a seguir viviendo.
Está el dolor espiritual: una pena o
angustia, sumado a la vejez que avanza, es motivo de “enfermedad”. También
sentimos que hace decaer las fuerzas. Y aquí entra en juego la labor del
misionero que vive esta circunstancia: mirar la vida con ojos de misericordia,
dando gracias a Jesús por asociarme a su sufrimiento, poder estar en la cruz
con Él, y sentirme amado y acariciado por tan grande don.
Tarea grandiosa la del enfermo. Tarea
fantástica la de los hermanos que cuidan de ellos. Tanto el que da como el que
recibe, descubrir la fuerza de la misión a la que todos estamos llamados. “Ve
tú, y haz lo mismo”.
P. Dante De Sanzzi
@ompargentina
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