En el capítulo 3 de los Hechos de los Apóstoles,
encontramos que Pedro y Juan se topan en la puerta del Templo donde iban a
predicar la Palabra con un leproso que les pide limosna. Ante esta situación,
Pedro le dice: “no tengo oro ni plata, pero lo que tengo te lo doy: en nombre
de Jesús de Nazareth, levántate y anda”. Dios, por medio de Pedro, lo curó; y
Pedro le dio la curación.
En esta época estamos los misioneros que podemos dar
la salvación por medio de la Palabra, el ejemplo, una oración por el prójimo,
una palabra de alivio, quitando una angustia; otros podrán ayudar materialmente
porque tienen más.
Jesús se hizo pobre y con esa pobreza nos
enriqueció. No tuvo donde reclinar la cabeza, gastó su vida dando a todos
salud, movimiento, vida, luz, futuro, esperanza; resurrección y vida. En
resumen, se dio a si mismo a los pobres.
Otro claro ejemplo es la beata Madre Teresa; ella se
dio y agregó algo: “dar hasta que duela”. Es el dolor espiritual, en el buen
sentido. Quizás dar algo de lo que me gusta mucho y no quiero perderlo, pero lo
doy; y sé que aunque me duela, se lo estoy dando a Dios: “lo que hagan con
estos pequeños lo están haciendo conmigo…”.
Estamos culminando el Año de la Fe, al cuál nos
convocó el Papa Benedicto. Sería bueno ir haciendo un balance de cómo lo
vivimos y como seguir viviendo la fe por siempre. Punto clave es practicar lo
que el Señor nos enseña para agradarlo. Nosotros sumamos cantidad, Jesús
multiplica calidad. Apunta a la calidad del corazón.
Debemos pedirle al Señor una fe firme, fuerte,
dinámica, que nos lleve al desprendimiento, a la autodonación, que nos dé
fortaleza para vaciarnos de nosotros mismos, que no le rindamos culto al dios
dinero, que utilicemos el dinero bien para entregarnos más a las cosas de Él.
Pidamos la fe y las actitudes de los buenos misioneros.
P. Dante De Sanzzi
@ompnoticias
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