En algunas
ocasiones comenzamos con fervor el camino cristiano. Más si se da el descubrir
a Jesús en alguna etapa de la vida en que se necesitaba su manifestación.
Cuando
llegamos a este punto nos comprometemos. Hacemos promesas, buscamos recibir los
sacramentos, vamos habitualmente a participar de la eucaristía, leemos la
Palabra y “somos misioneros”.
Luego golpea
la realidad: incomprensión, cansancio, desgano, ingratitud; todo esto es propio
de la vida común. Acá entra en juego una verdad irrefutable, que muchos no la
quieren ver ni aceptar: se es verdaderamente misionero y se hace bien la
misión, si puedo pasar lo peor y ser alegre.
¿ Qué es la
alegría? ¿ reirme todo el día? ¿ tomar a la broma todas las cosas? ; precisamente
es todo lo contrario: es regalarme a los demás, es entregarme sin limites, es
descubrir la presencia de Dios en mi vida, es tener confianza total en Él, es
ser simple con lo que me pide.
La respuesta
a la misión es personal, nadie responde por nosotros. Estamos llamados por el
Señor y debemos responderle a Él.
A veces
vemos en algunos pastores del Pueblo de Dios la falta de compromiso con la
misión. No comprenden que la entrega es a la persona de Jesús con todo los
riesgos que se puedan correr y no solo a una causa.
Ocurre con
hermanos que también participan de las misiones. Se claudica porque se piensa
que Jesús dice “vení a hacer esto o lo otro”. Esto es no saber escuchar. Jesús
hace otra invitación: “tené confianza en mi”.
La
seguridad, el equilibrio, dejar actuar al fuego del Espíritu, poner el corazón
en cada cosa; todos elementos que no debemos dejar de lado para realmente tener
el compromiso con la misión.
En
definitiva, se nos pide tener fe. Parece cosa sencilla y juzgada. “ La fe ya la
tengo”, se escucha tanto por ahi… Seamos
en serio discípulos misioneros.
P. Dante De
Sanzzi
Como siempre Padre dandonos grandes enseñanzas! Dios lo bendiga Padre!
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