Podemos decir que Juan, como el Precursor, el
que bautizaba con agua, debemos preparar el camino del Señor, que viene a
brindar un bautismo no solo con el agua, sino también con el Espíritu Santo,
que el mismo Jesús lo denominó como “el fuego”, algo que arde.
El Bautista es otro gran ejemplo de misionero
que encontramos en el Nuevo Testamento. Predica la Palabra, vive sin
grandezas, es la pobreza de espíritu que pregona el mismo Dios, dice la verdad,
sabe que lo confunden con el mesías, el que viene a dar la “salvación”, lo
tenian por Dios; en definitiva es el que presenta al “Cordero que viene a
quitar el pecado del mundo”.
Todos estos atributos deben irradiarse en
nuestra vida cristiana. Mostrar al mundo que en este adviento tenemos que
preparar el corazón para recibirlo a Él, a Jesús, el único Hijo de Dios.
No anteponer nada ni nadie a Cristo; solo Él
es nuestra salvación. Copiar de Juan los elementos del buen misionero:
predicar, testimoniar, preparar. Marcar que Jesús es el que viene a salvar y a
traer fuego a la tierra, ese fuego que arde y esa luz que ilumina el andar de
cada uno.
Desde nuestra misión, más en este tiempo, no
podemos colocarnos honores que no nos corresponden. Es más, toda virtud o
talento viene de Dios y debe volver a Él. Hacerlo brillar por nuestras buenas
obras.
“No ha nacido de mujer, un varón tan grande
como el Bautista”; esto lo manifestó el mismo Señor. Que pueda el Padre
alabarnos de la misma manera por nuestras actitudes y pensamientos. Sea en
nuestra misión, este buen Dios, principio y fin de todo. Así sea.
P. Dante De Sanzzi
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