En la Biblia
encontramos distintas definiciones que caracterizan a un buen cristiano
misionero.
Nuestro Señor, a lo largo y ancho de los evangelios, va manifestando
lo que debemos ser: sal, luz, fermento; y agregamos levadura, porque es la que
hace crecer.
El mundo, el universo, desea, porque lo busca, ser mejor. Estamos un
poco alejados de ese ideal al ver las situaciones desagradables que nos rodean
a diario. Ya San Pablo manifestaba que el mundo está lleno de “contiendas,
envidias, peleas y toda clase de divisiones”.
En verdad que estos males vienen sucediendo desde la creación. En un
momento de la historia, Dios Padre se apiada del hombre y envía a su Hijo hecho
hombre en la figura de Jesús.
Precisamente, el misionero más grande del Padre se manifestó con estas
actitudes que hicieron asombrar al mundo de su tiempo.
Jesús se proclamó la “luz del mundo” que viene a iluminar a toda
creatura sumergida en las tinieblas; pide a sus discípulos alumbrar con sus
vidas a la humanidad. Les pide ser sal de la tierra; si la sal pierde su sabor,
no sirve para nada, no es gustosa y no puede gustar… Pide ser levadura,
“fermento en la masa nueva”; crecer y lograr que los otros crezcan.
Queremos un mundo mejor. Sin rencores ni peleas. Con mas calma y paz.
Me pregunto que aportamos nosotros desde la misión de todos los días. Si
alguien nos contradice, caemos fácilmente en el enojo; si alguien nos corrige,
nos molestamos creyendo que siempre tenemos razón; si algo que se dice o se
hace no es de mi agrado, el otro pasó a ser de héroe a villano. Y así vamos
consumiendo nuestro tiempo dando vueltas alrededor de nosotros mismos sin
realizar la misión.
Podemos hacer un mundo mejor. Desde nuestro lugar y con las pequeñas
cosas de todos los días. Será poco, “una gota en el océano”, pero sin esa gota,
el océano no suma, tendría una gota menos. Es cuestión de ver las cosas desde otra
óptica. Depende de nosotros mismos edificar un mundo mejor. No esperar todo de
los demás, con la teoría que son más poderosos.
El mundo no lo cambian solo los
políticos, los empresarios, los adinerados, los poderosos; es más, esperando
todo desde estos lugares, tardaremos en cambiar la imagen de la sociedad.
Desde la visión cristiana, evangelizando, serenamente, lúcidamente,
sin explosiones de entusiasmo que muchas veces quedan en la nada, podemos ir
cambiando el mundo. Lento, pero seguro. Como trabaja el Señor.
P. Dante De Sanzzi
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