Los que estamos impregnados en el espíritu misionero, escuchamos hablar muchas veces de San Francisco Javier como uno de los patronos de las misiones. En este día martes celebramos su partida a la casa del Padre, luego de testimoniar durante sus años de vida un profundo amor por llevar el Evangelio y las enseñanzas de la Iglesia a las culturas más alejadas del planeta: recorrió Mozambique, India, Japón, y quedó a pocos kilómetros de entrar en la China, donde sus fuerzas se apagaron, con la alegría de consagrarse toda una vida a la acción misionera “ad gentes”. En {el, resonaban aquellas palabras de San Pablo: “Ay de mi si no evangelizara”, o del mismo Evangelio: “¿De que sirve ganar el mundo entero si pierdo mi vida?". Estas frases impulsaron a Francisco Javier en la tarea ilimitada de superar toda clase de adversidad para comunicar con audacia, entrega y creatividad la Palabra de Dios, bautizando en el nombre del Señor a los pobladores de aquellas aldeas y villas que supieron acogerlo y saborearon el Espíritu de Cristo Jesús. Presentamos algunas anécdotas y relatos de este itinerario misionero llevado a cabo por Francisco Javier:
Así el 7 de abril de 1531, Francisco parte para las lejanas tierras de la India junto con uno de sus compañeros, Llegados a Goa, se ven confrontados a miles de males entre ellos, la peste. Francisco se dedica a dar confianza y a descubrir a todos el amor de Dios, a curar y hasta hacer milagros. Evangelizando jóvenes abre escuelas, colegios, dispensarios, bautiza sin descansar jamás aceptando por amor miles de sacrificios y llevando a todos a la oración y a la conversión.
En 1543 vuelve a Goa, y llega a Pesquerías cuando se declaró la guerra entre el reino de Comorín y el de Travancor. Enfrentándose solo a las fuertes tribus, armado íntimamente de un crucifijo en la mano y de su palabra, pone fin a la guerra milagrosamente.
En 1546, parte Francisco para Amboino, isla en la cual entra hablando y cantando en el idioma popular como si hubiese vivido siempre ahí. Desde allí emprende la visita de todas las islas de Oceanía. Después de esta larga expedición, Francisco decide volver a Goa para encontrarse con sus compañeros llegados a Europa, asignarles el campo apostólico y prepararse para llevar la fe cristiana hasta Japón. En Malaca, en el año 1547, se encontró con Magno, un japonés insatisfecho con la religión que le habían enseñado sus bonzos(sacerdotes Budistas). Magno invitó a Francisco a ir a predicar la doctrina de Cristo a sus paisanos. En abril de 1549 emprendió el viaje hasta Japón junto con su amigo. Adoptando el estilo oriental Francisco conversaba con el pueblo mientras Magno le servía de intérprete. Después de un año en Kangoshina, en donde escribieron un catecismo, partió por Yamaguchi y luego hacia la costa, aguantando miles de pruebas y rechazos. De allí aprovechó la salida de un barco portugués para ir a visitar las misiones de la India y preparar su viaje a China. Habiendo aportado un regalo muy rico para el rey de China, llegó a una isla desierta a 150 kilómetros de Cantón.
Era a los fines de agosto de 1552. Allí Francisco espera en una total soledad y pobreza una embarcación para entrar lo más directamente posible a la China. Pero se enfermó y es aquí, a 150 kilómetros de esta tierra tan soñada de China, que entregó a Dios su alma, el 3 de diciembre.
Son pocos los hombres que tienen el corazón tan grande como para responder a la llamada de Jesucristo e ir a evangelizar hasta los confines de la tierra. San Francisco Javier es uno de esos. Con razón ha sido llamado: "El gigante de la historia de las misiones" y el Papa Pío X lo nombró patrono oficial de las misiones extranjeras y de todas las obras relacionadas con la propagación de la fe. La oración del día de su fiesta dice así: "Señor, tú has querido que varias naciones llegaran al conocimiento de la verdadera religión por medio de la predicación de San Francisco Javier".
P. Daniel Lascano, Secretario Nacional de la OSPA
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