Sabemos que Jesús es el camino que conduce al Padre. Por medio de Él,
el Padre nos otorga dones y el tiempo para descubrirlos y ponerlos a trabajar.
Lamentablemente
en la misión de todos los días quedan abortados los caminos a la cima por no
saber esperar el tiempo razonable para actuar.
Jesús busca
siempre a aquellos que no lo buscan; nunca juzga por apariencias. Pero lo
profundo de Dios se ve y se alcanza cuando uno se compromete.
Cuando la
disposición del cristiano es absoluta, el logro es progresivo; es decir, en
cuanto yo responda, el Señor se manifiesta.
Jesús no
ahorra dificultades ni desconciertos a lo largo de nuestro andar. Siempre,
algo, nos preocupa. Como ejemplo en su
misión, hubo pocos panes, pocos peces, mucha gente. Dentro de su ser
imprevisible, quiere que la misión acabe bien.
Pidió la
ayuda a sus amigos:”Denle ustedes de comer”. Una misión que no puede hacer
solo; y que demuestra que no puede hacer todo.
Por todo
esto nos pide tiempo. Esfuerzo, sí, pero con calma. La misión es de Él y el
gran protagonista es el Espíritu Santo.
No debemos
quemar el tiempo en tonterías; tampoco no jugarse nunca por nada.
Saber
utilizar los dones, los talentos, comprometerse, vivir en misión, evangelizar
constantemente, que no es cansarse sin sentido o andar corriendo todo el día.
Es dar, con nuestro testimonio y aliento, buenas noticias.
Compromiso
es tomar la cruz y seguirlo; no luchar contra la realidad. Sabemos que vivir
implica cierto riesgo y vale la pena tomarlo. No tengo que tenerle horror al
error, sino a no amar, a no servir, a no seguir andando. Queremos resultados
visibles ya. Pero hay que saber esperar, poner nuestra vida en oración. El
Señor sabe de nuestras debilidades y las usa. “Te basta mi gracia”, le manifestó
al apóstol Pablo cuando andaba a los tumbos, al comienzo de su predicación
misionera.
Recibimos
gratis, demos gratis. Los caminos del Padre los vamos a ir comprendiendo
metiendo sus cosas en nuestro corazón. Así sea.
P. Dante De Sanzzi
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