Mons. Bokalic preside Misa de Clausura

Homilía de Mons. Vicente Bokalic, Presidente de la Comisión Episcopal de Misiones, en el cierre del 32º Curso de Misionología.


Los apóstoles, vienen de su primera misión. Jesús les llamo para “estar con Él y para enviarles después a la misión. No estaban totalmente formados. Podríamos decir que tenían el “ABC” del discipulado misionero. Cuentan a Jesús lo que han hecho, porque tienen clara conciencia de que están cumpliendo una misión recibida de Él.  Son conscientes que el centro es Jesús. El tomo la iniciativa en todo este proceso que se está iniciando. Por ello comparten lo que hicieron, sus sentimientos, sus encuentros con la gente. Perciben en su corazón que la obra es de Jesús.

Luego Jesús hace notar la necesidad de que descansen con Él, la importancia de apartarse juntos a un lugar solitario; lugar y espacio para estar más tranquilos, de mayor intimidad y posibilidad de un encuentro más profundo con el Maestro: tanto en lo personal como en lo comunitario. A Jesús le interesa que sus discípulos estén bien, incluyendo el descanso. Este tiempo “tiempo y espacio para descansar” es para Jesus, el iniciador de todo este movimiento, algo fundamental en la vida de sus discípulos y de todos los que continuamos su obra. La experiencia de la “primera misión” marco a los discípulos: la alegría de ser discípulos del Maestro, el ver la gracia del Señor que los acompañaba, los signos del Reino del que eran portadores e instrumentos para la gente, prioritariamente de los pobres y abandonados. “El descanso con Jesus” les ayudaría interiorizar todo lo vivido, para confirmarlos en el llamado y en la misión. Corrian el riesgo como nos  pasa a todos que esta misión primera convierta en “un fuego fugaz, en un entusiasmo pasajero y después se apague y quede como un lindo recuerdo.El descanso en el Señor y con El iba a profundizar en su vocación discipular y misionera.

Pero hay una sorpresa: la gente busca a Jesús. La compasión ante los reclamos de la gente puede más que la necesidad de descanso, tranquilidad, soledad e intimidad. Jesús había llevado a los discípulos a descansar, pero termina pidiéndoles que repartan el pan a la gente. Jesús les hace descubrir así que ellos son instrumentos para el Reino de Dios, y que muchas veces deberán renunciar a sus propios planes, a la comodidad y al descanso planificado, si las urgencias de los demás así lo exigen. Esta experiencia en el inicio de la misión de los discípulos nos hace pensar  algo que nos decía el Papa Francisco en la exhortación apostólica y que le llama “la acedia egoísta”, una de las tentaciones de los agentes pastorales.

El problema no es siempre el exceso de actividades, sino sobre todo las actividades mal vividas, sin las motivaciones adecuadas, sin una espiritualidad que impregne la acción y la haga deseable. De ahí que las tareas cansen más de lo razonable, y a veces enfermen. No se trata de un cansancio feliz, sino tenso, pesado, insatisfecho y, en definitiva, no aceptado. Esta acedia pastoral puede tener diversos orígenes. Algunos caen en ella por sostener proyectos irrealizables y no vivir con ganas lo que buenamente podrían hacer. Otros, por no aceptar la costosa evolución de los procesos y querer que todo caiga del cielo. Otros, por apegarse a algunos proyectos o a sueños de éxitos imaginados por su vanidad. Otros, por perder el contacto real con el pueblo, en una despersonalización de la pastoral que lleva a prestar más atención a la organización que a las personas, y entonces les entusiasma más la «hoja de ruta» que la ruta misma. Otros caen en la acedia por no saber esperar y querer dominar el ritmo de la vida. El inmediatismo ansioso de estos tiempos hace que los agentes pastorales no toleren fácilmente lo que signifique alguna contradicción, un aparente fracaso, una crítica, una cruz.” E.G. 82  No nos dejemos robar la alegría evangelizadora!

 

Jesús les lleva a un lugar para reparar sus fuerzas, pero quiere recordarnos que el amor al hermano siempre puede más que nuestras necesidades inmediatas. Es alguien que sabe cambiar ante las el clamor de la gente. Es que su corazón estaba ardiendo en caridad y la compasión que siente por el pueblo pobre y herido, que le busca a tiempo y destiempo, le hace actuar e invita a sus discípulos acompañarle en este sorpresivo encuentro. El gran peligro que corremos en tiempos actuales –y no estamos exentos los agentes pastorales es reservarnos “nuestros tiempos, planes, espacios de aislamiento” cerrándonos a las sorpresas, llamadas y necesidades de la gente.  El ideal cristiano siempre invitará a superar la sospecha, la desconfianza permanente, el temor a ser invadidos, las actitudes defensivas que nos impone el mundo actual. Muchos tratan de escapar de los demás hacia la privacidad cómoda o hacia el reducido círculo de los más íntimos, y renuncian al realismo de la dimensión social del Evangelio” E.G. 88

 Jesús, se hace cargo de la soledad y desamparo de la gente. “el Evangelio nos invita siempre a correr el riesgo del encuentro con el rostro del otro, con su presencia física que interpela, con su dolor y sus reclamos, con su alegría que contagia en un constante cuerpo a cuerpo. La verdadera fe en el Hijo de Dios hecho carne es inseparable del don de sí, de la pertenencia a la comunidad, del servicio, de la reconciliación con la carne de los otros. El Hijo de Dios, en su encarnación, nos invitó a la revolución de la ternura.” E.G. 88

 

 Solo un corazón lleno del amor de Jesús, que “se compadece ante el dolor de la gente” puede superar  cambios y estar abiertos a las sorpresas de nuestro caminar. El que sabe integrar armoniosamente los tiempos de contemplación y acción  misionera en una unidad vital puede responder con alegría, con generosidad y disposición  ante “tantas ovejas que andan desorientados y desolados.  Es que viene hacia nosotros el mismo “Jesús que sufre necesidades y espera de nosotros.  Hace falta ayudar a reconocer que el único camino consiste en aprender a encontrarse con los demás con la actitud adecuada, que es valorarlos y aceptarlos como compañeros de camino, sin resistencias internas. Mejor todavía, se trata de aprender a descubrir a Jesús en el rostro de los demás, en su voz, en sus reclamos. También es aprender a sufrir en un abrazo con Jesús crucificado cuando recibimos agresiones injustas o ingratitudes, sin cansarnos jamás de optar por la fraternidad. E.G. 91.

En tiempos que estamos invitados a ser pioneros de la Nueva Evangelización, que entre nosotros le llamamos “misión continental” el testimonio de ello es la vida entregada de la Madre Teresa de Calcuta, el Beato Cura Brochero y de tantos otros que optaron por realizarse en el servicio generoso más que en el cuidado de sí mismos, y en el mismo gozo de servir hallaron su descanso.

 

 

Esto nos invita a todos a tratar de no separar demasiado el trabajo del descanso y de la espiritualidad. Lo mejor será siempre intentar estar a gusto en el trabajo y en el servicio, y allí mismo encontrar el gozo, el amor y la fuerza de Dios.

 

En este sentido podríamos contextualiar el curso de misionologia: tiempo privilegiado para “estar con el Señor” y revestirnos de sus sentimientos, de su ardor por el Reino, de su amor afectivo y efectivo por la misión. Revestirnos y conformarnos con un amor como el de Jesus: que estaba siempre atento a las necesidades y clamor de los pobres. Esta síntesis de “tiempos de descanso, estudio, reflexión, interiorización debe llevarnos a un compromiso renovado, cotidiano, permanente de servicio evangelizador-misionero de nuestro pueblo que nos espera y que muchas veces “camina como ovejas que nos tienen pastor”.

Que el Señor nos conceda este espíritu de “compasión” que nos lleva salir de nosotros para gastar nuestra vida sirviendo a nuestros hermanos, de modo prioritario los pobres, los excluidos, los olvidados, los “sobrantes de nuestra sociedad”.


@ompargentina
 

 

Comentarios