En este
día, celebramos al patrono universal de la iglesia. El esposo de María y el
padre adoptivo de Nuestro Señor.
Poco hablan
los Evangelios de José. Incluso el mismo Dios le habla más en sueños. El
secreto de la santidad de este hombre es saber escuchar en esos sueños lo que
Dios le pide.
Sobresale
en José la obediencia, la humildad, la paciencia en el sufrimiento. El creer en
Dios incluso cuando no se lo entiende. No es una postura de servilismo o de
obsecuencia. Es creer que debe “salir” de su tierra, cumplir una misión, cuidar
del Hijo de Dios y de su santísima madre, es no dejar de lado el papel de padre
de familia.
San José
dejó de lado sus criterios y comodidades para servir a los demás. De manera
especial, de servir a Dios. Esta es una de sus tantas enseñanzas que nos deja
como herencia.
Salir de su
tierra, trabajar de carpintero, cumplir un oficio, tomar por esposa una mujer
que “concebirá por obra y gracia del Espíritu Santo”, educar al niño Dios,
velar por la Santa
Iglesia naciente. Para todo esto, Dios necesitó un hombre
justo y silencioso, de la estirpe de David, del pueblo elegido, Israel, y en
alguien en quien puede confiar.
Le pedimos
al último Patriarca del Antiguo Testamento que interceda por nosotros; que nos
dé fuerzas y sabiduría para saber escuchar y discernir; que se sostengan
santamente las vocaciones sacerdotales que tanta falta hacen. Y que la Iglesia siga esta lucha
contra el espíritu del mal.
Que San
José nos ayude a seguir juntos como familia cristiana, a ejemplo de la Sagrada Familia de
Nazareth.
P. Dante De Sanzzi
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