Celebramos en este día esta gran Solemnidad de la Anunciación de Nuestro
Señor y la Encarnación
en el seno de María.
Dios baja a nosotros y se hace hombre como uno de nosotros,
“como un hombre cualquiera” a decir de San Pablo.
En la humildad de la carne y siendo semejante a nosotros,
descubrimos, en nuestro camino de fe, que Dios entiende nuestras pasiones,
perdona nuestros pecados y viene a sanar nuestras heridas.
Nueve meses después celebraremos su nacimiento a esta vida
terrenal. Es el Dios con nosotros, que tanto presagiaban los profetas y
esperaban los hombres de fe. A partir del anuncio del Arcángel y el “sí” de
María da su inicio la salvación de la humanidad.
Después sabemos lo que ocurrió. Gran parte de la humanidad
comenzó a dudar de la presencia del Hijo de Dios; la falta de entendimiento por
embotar sus mentes; el cerrarse a la salvación; el no escuchar la Palabra; la condenación y
discriminación por ser “el hijo del carpintero”; todas estas actitudes fueron
marcando el final de la vida de Jesús a muy temprana edad.
Pero agradecemos este regalo, este don: el de ser hijos, el
de haber venido al mundo para mostrarnos al Padre, la respuesta positiva de
María, ya que gracias a su disposición entró la salvación al mundo entero.
Así celebramos en este tiempo de cuaresma esta gran
solemnidad. En medio de un mundo alejado, con falta de valores, descuidando en
muchos casos algo esencial como la vida, vamos viendo como en el seno virginal
de una joven mujer nos llega la alegría de la salvación, la esperanza de una
vida mejor y la certeza de estar acompañados en el dolor y en la satisfacción.
Digamos también “sí”, como nuestra Madre. Que el Señor Jesús
renazca en nuestros corazones. Así sea.
P. Dante De Sanzzi
@ompargentina
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