Comenzamos un año más a vivir el tiempo
cuaresmal para llegar luego a la
Pascua del Señor.
Sabemos el significado de la comemoración.
Rememoramos los cuarenta días y cuarenta noches que el pueblo elegido por Dios
necesitó andar para llegar a la tierra prometida.
En este tiempo, en este caminar, no faltan
penurias. El pueblo sufre pero sigue adelante porque sabe que Dios cumple con
las promesas. También sufre Moisés, el hombre que Dios prepara para esta
misión. Pero luego de unos días comienzan las exigencias, la gente empieza a
reclamar: más comida, más agua, más descanso, más seguridad, acelerar la
promesa en algo más concreto.
El “nuevo Moisés”, nuestro Señor Jesucristo,
pasó por las mismas angustias. Es el Dios vivo, en persona, el que tiene que
llevar adelante al Pueblo de Dios. Un pueblo dubitativo incluso entre sus
discípulos. Y la cuaresma de Jesús es una vida de misteriosa cruz todos los
días; es ir haciendo la misión paso a paso hasta llegar a la gloria de la Resurrección.
Pero nos queda una enseñanza: no se llega a
la gloria sin pruebas.
Hoy nos toca a nosotros caminar, estar a
prueba por el Padre, cargar la cruz, vivir nuestra cuaresma, cruzar el desierto
que Dios pone en nuestro andar cotidiano. Son nuestros cuarenta días con sus
noches. Angustia, tribulación, tentación; sin dejar de lado las dudas
cotidianas: “¿ El Padre está presente en medio del desierto?”
Aquí surge la seguridad: Dios es un Padre
bueno y no abandona a sus hijos. Con el calvario consumado llega la gloria, el
premio, la consolación. Hay que saber descubrir, ver, escuchar.
Vivamos con intensidad este tiempo. Que sea
el paso a la misión que tenemos que realizar: predicar y mostrar un Dios vivo.
Buena Cuaresma y Feliz Pascua de
Resurrección.
P. Dante De Sanzzi ( Director
Nacional)
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