Milagrosa liberación de los misioneros

En el libro de los Hechos de los apóstoles, en el capítulo 16, encontramos a Pablo y su discípulo Silas en plena misión en Filipos. Presentados entre la gente y predicando la Palabra, son puestos presos, arrastrados a la cárcel de la ciudad como malhechores.
Al poco tiempo de caer entre cadenas, los discípulos de Jesús son liberados. Los libera el mismo poder de Dios. El texto relata que luego de “estar un buen rato cantando himnos y alabanzas a Dios, el lugar se sacude como un terremoto y se sueltan las cadenas” ( Hch 16,25 ); el guarda, en tanto, casi se quita la vida, pensando que los presos se escaparon por su culpa.

Aquí aparece la grandeza de Pablo, diciéndole al guarda que no se haga daño, que es el mismo Señor que los libera. A partir de ahora, el soldado cree en Dios y pregunta que hacer para salvarse. Pablo lo invita a la conversión, al bautismo, a él y toda su familia. Luego los que los condenaron los expulsan rápido del lugar, por temor a la gente.

Es sorprenderte ver y sentir como Dios actúa en las causas justas. Cuando alguien intenta hacer las cosas bien, aunque no siempre salgan bien, Dios premia la generosidad, el esfuerzo, una vida entregada por un ideal, la predicación de la verdad. Pablo, Silas y Lucas, también compañero de viaje y misionero, partieron hacia donde la nave y el viento los dirigía. Es la misión, es la evangelización, algo existente desde que la Iglesia se puso en marcha.
Hay que creer, sentir la fuerza del Padre que sostiene sus hijos en oración. Muchas veces “presos” por la misma sociedad que impide mostrar, manifestar, corroborar que hay algo grande que sostiene nuestro andar: Cristo.

Los apóstoles y discípulos, sirvieron a Jesús con su misión de todos los días; no se ahorraron dificultades y siguieron adelante. Creían en el poder de Dios que los liberaría y salvaría mas hermanos. Copiemos este aspecto misionero: rezar, alabar, bendecir, creer, para que el Padre pueda actuar en nosotros y automáticamente en quien nos pone en el camino.
P. Dante De Sanzzi
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