¡ Cuántas casas
de formación o institutos de educación cristiana están bajo el patrocinio de
San José! Muchos seminarios destacan la figura de San José como custodio y
guardián de la vida formativa, cuya presencia evoca al primer maestro de Jesús,
de quien fueron aprendidos los primeros pasos del Hijo de Dios, junto a María,
ofreciendo los cuidados más elementales en la infancia y adolescencia de Jesús,
en colaboración a la acción del Espíritu Santo que lo llenaba de sabiduría y
gracia.
¿Cuáles son
estos rasgos en la misión de San José como formador?
·
Es padre: supo identificarse con su vocación de paternidad, acompañando a la
familia de Nazaret, sin dejar de cumplir la voluntad de Dios, que llevó
adelante con total adhesión e integridad.
·
Es compañero: siempre tuvo la delicadeza de caminar junto a su esposa, María,
atento a sus necesidades y supo velar por la fe y religiosidad del pueblo,
caminando junto a los israelitas en las devociones y expresiones religiosas
populares. Esta comunión de vida y fe inserta en la coyuntura socio-religiosa
de aquel tiempo, es expresión testimonial ante Jesús acerca del valor
fundamental de la fe familiar y popular.
·
Es trabajador: la figura del “martillo” en la mano me sorprendió en una estatua
del Seminario en Angola, más aún cuando de la otra mano asegura a su hijo
pequeño Jesús. La educación se transmite mediante el esfuerzo y compromiso por
“ganarse el pan”, dando dignidad a la vida propia y de la familia. En aquel
taller, San José nos vuelve “artesanos” del Evangelio, llamados a enseñar con
el ejemplo la vocación más genuina de todo cristiano: “ser obreros en su viña”,
con alegría, sudor y entrega.
·
Es justo y fiel: San José supo “ajustarse” a los planes de Dios, revelado por el
ángel, a fin de responder con gratitud – o sea, movido por su gracia- y lealtad
a tal digna vocación. Su fidelidad a Dios se tiñe de confianza y donación, aún
en medio de las palpitaciones de la mente y corazón ante semejante misión.
·
Es amoroso: su amor por formar “a la
altura de las exigencias” lo coloca en un estado de humildad y provisionalidad,
de aquellos que no pretenden grandezas ni reconocimientos. Es un amor vicarial,
de representar a alguien mayor, es aquel que se disminuye para que Él crezca.
Es un amor libre y liberador, nada posesivo, sí responsable y lleno de caridad
solidaria.
En esta
festividad de San José, aprendamos de este padre y maestro, que tuvo la noble
tarea de velar por la formación inicial
de su Hijo, junto a María. Les invito a colaborar con la formación de los llamados a seguirles en los “nuevos
talleres”, allí donde el Espíritu les capacita para servir como pastores en
tierras de misión.
Heredar el Espíritu y la Misión de San José implica:
Ayudar con humildad a la formación de las vocaciones.
Acompañar con el testimonio y la oración para su perseverancia.
Sostener material y espiritualmente a los formadores y seminaristas en los "Talleres Nazarenos" que lo necesitan.
Si querés ayudar… colaborá en la Obra de San Pedro Apóstol…
al servicio de las Vocaciones en Tierras de Misión.
P. Daniel Lascano
Secretario Nacional de la OSPA
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