Preparación
y disponibilidad: Dos elementos claves para vivir este tiempo fuerte de
encuentro con el Padre. Preparar nuestro corazón, nuestro espíritu y nuestro
cuerpo para vivir como templos del Espíritu Santo este momento de gracia.
Preparar es
acomodarse, “ponerse bien”, en órbita; es darle forma a nuestra vida cristiana,
es estar atento a lo que me toque vivir cada jornada cuaresmal. Es sintonía con
Jesús desde su desierto, e ir viviendo el nuestro, con sus luces y sombras.
Cuando
expresamos disponibilidad, es estar abiertos. No sabemos que nos depara el
Padre en este tiempo que también sobresale la oración, la limosna y el ayuno.
Rezar para
estar mejor y en compañía del Salvador. Característico de la cuaresma es hacer
viva la cruz de cada día, con alegría y esperanza. Es subir el calvario con
tranquilidad y dulzura, a semejanza de el Mesías.
La limosna
cubre la multitud de los pecados, nos enseña el mismo Cristo a través de los
evangelios. Dar, darse, ayudar, alimentar, animar y fortalecer; verbos
indispensables para que tenga sentido nuestra celebración, nuestra fe. “La fe,
sin obras, está muerta”, manifiesta la carta de Santiago ( St 2,17 ).
No
olvidarnos del ayuno. Cuando manifestamos ayuno corporal, casi automáticamente
caemos en la tentación de “sufrir” la falta de alimento. Y es obligación del
cristiano entender que el ayuno que propone el Señor es hacer justicia al
pobre, ayudar al desvalido, sanar los corazones rotos, tener buenos
pensamientos, dejar de lado las contiendas y envidias y eliminar las
habladurías que afectan la vida interior.
Caminemos
esta cuaresma a la luz del Señor. Preparemos la próxima Semana Santa con
afectuosidad y generosidad. Acerquémonos a la Eucaristía, alimento que sana y
lleva a la vida eterna. Confesemos nuestra faltas, sin temor y sin miedos. Dios
Padre nos ama y llevó a la cruz todos nuestros pecados. Sea este tiempo de
agradecimiento y fuerte encuentro con Él. Así sea.
P. Dante De
Sanzzi
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