El santo de
Asís, ejemplo de misión.
San
Francisco poseía un tesoro que lo animaba a la misión cotidiana, en una
sociedad hostil, en plena Cruzada y llena de incredulidad: el Evangelio. Pero
también utilizaba otros métodos que nos pueden ayudar a reconstruir “nuestra
casa en ruinas”, como Dios le pidió a él. Analizamos un poco, la visión
franciscana de la vida en misión.
1) La
osadía por la simplicidad: En Asís, hay un pueblito llamado Rivotorto. Aquí se
encuentra el Santuario de la
Sagrada Tumba , y recuerda los humildes y felices inicios de
la fraternidad, de la vida comunitaria, de la reunión de los primeros hermanos.
Acá Francisco hace su profesión de fe: “Mi Dios y mi Todo”. Y canta libre y sin
asombro: “Señor Dios, sos nuestra riqueza y saciedad”.
Hoy sigue ese
espíritu en las calles de Asís: llena de devotos; pero también están los otros,
los comerciantes, los indiferentes, los alejados. Es decir, salvo raras
excepciones, todo llama a consumir. Como nuestra sociedad. Ser luz que ilumina
y sal que da sabor en nuestros ambientes, cada vez más duros, pero que no
permitan perdamos esa alegría que adquirimos, característica del descubridor de
Dios.
2) El
entusiasmo por la fiesta: Francisco vive las fiestas de su ciudad,
principalmente en mayo, mes de la fundación de Asís. Hoy esta fiesta aún se
celebra. Es contagiante entre los pobres y la clase alta. Artista, cantor, hijo
de padre rico, es proclamado “rey de la juventud”.
Pero el
Señor lo toca y lo transforma. Provoca en su corazón un cambio fraternal; ya
vive una fiesta mayor. Dos palos en forma de violín bastan para inspirarse en
vibrante melodía y canta: “ Señor Dios, Tu eres la alegría”.
Hoy
es un tiempo, desgraciadamente, que se perdió este espíritu, el espíritu de
sencillez. Se confunde alegría con “jarana”, “farra”. No es la alegría
cristiana. No es el ideal del misionero. Más contento estaba el hermano cuando
“tocaba” el leproso en misión. Esto es “fiesta”.
3) Pasión
por la paz: La paz es el fruto del corazón pobre, humilde, simple, solidario.
Un corazón duro no sirve para la misión. Si la humanidad hubiese captado la
locura de Francisco que se presentó al sultán, a los islámicos, a los herejes,
como un hermano, y en plena Cruzada, no hubiese habido un “11 de septiembre”,
ni una Guerra Mundial. La utopía de la paz, necesaria en la misión, transforma
los lobos en hermanos.
La “Paz y
el Bien” que el santo vive y anuncia, no surgen de palabras sentimentales: son
frutos de justicia, de respeto por la dignidad humana, porque el otro es
distinto, como “sacramento” de la presencia del Altísimo.
La utopía
de la paz es la hermana gemela de la fraternidad y del perdón. “Perdono pero no
olvido” escuchamos por ahí. Incoherente. La coherencia la enseña el santo de
Asís, el hermano universal. Enseña a sus misioneros que “ la paz que anuncian
tus labios, tiene que estar antes en tu corazón”.
4) Enamoramiento
por Jesús: El mundo es de los apasionados. Su primer biógrafo y discípulo,
Tomás de Celano, presenta a Francisco “tatuado” por dentro y por fuera. “Tenía
a Jesús en sus labios, en su corazón, en sus oídos. Jesús en los ojos, en las
manos, en todos sus miembros”. Aquí está la mejor escuela para la misión:
configurarse con Cristo, a ejemplo también del apóstol Pablo.
El momento
en que se transforma Francisco en un apasionado de Jesús, es el encuentro
misericordioso con los leprosos, con el Dios de la Palabra , de la Eucaristía , de la
creación. Llegó a hacer del Evangelio su vida y su regla.
Debemos
enamorarnos para enamorar. No damos lo que no tenemos.
5) Atracción
por las situaciones de fronteras: Como hombre nuevo, Francisco vive la
inclusión. Incluir a todos en nuestra vida. Celebra la unidad y la diversidad
de los hermanos que Dios le envía, formando con ellos una sola fraternidad; usa
de la misericordia con los enfermos, los excluidos, entiende el carisma y la institución como manifestaciones del
Espíritu del Señor. Contemplación y evangelización. Oración y acción. San
Francisco es el gran religioso misionero, más allá de las fronteras, en la Edad Media.
Que nos
ayude la figura del santo a recorrer nuestro camino por sendas de paz y
concordia. Con estos elementos podemos iniciar la ardua pero emocionante tarea
de llevar la Buena
Noticia a los pobres. Ser uno con Jesús. Aquí y más allá de
las fronteras.
P. Dante De Sanzzi
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