En la Noche
Santa la Basílica Vaticana celebra la Vigilia Pascual con Francisco. La
eucaristía es la verdadera Pascua de la Iglesia. Ella realiza el continuo pasar
a la vida definitiva, es actualización del misterio de la Pascua, purificación
del hombre. La Iglesia se edifica y se consolida constantemente por medio de la
repetición de la Cena pascual confrontada con el sacrificio único de la Cruz y
ofreciéndolo al Padre con el Hijo. Al mismo tiempo, la eucaristía está
íntimamente unida a la resurrección del Señor. Pues sin la resurrección de
Cristo, ¿qué podría significar la eucaristía, vaciada así de todo contenido? La
eucaristía supone la resurrección y se la comunica a los hombres; lo mismo que
dice Jesús "Yo soy la resurrección y la vida", dice también "Yo
soy el Pan de vida". Sin la resurrección, la eucaristía sería una mera
comida de fraternidad, carente de toda actividad que comunicara la vida de
Dios, y no sería creadora. Porque todavía hay otro aspecto en el que debemos
pensar: Cristo en la eucaristía, por haber resucitado, domina verdaderamente el
mundo, supera nuestra muerte en su resurrección y el mundo va siendo así
transfigurado lentamente por la eucaristía que le comunica la
incorruptibilidad. Así pues, celebrar la eucaristía es, y muy especialmente en
esta Noche de la resurrección de Cristo, la cumbre absoluta de la actividad de
la Iglesia, el acto clave en la celebración de la Vigilia pascual.
En la
Celebración de las Vísperas de la Pascua de Resurrección, del Sábado Santo
2013, Francisco -comentando el Evangelio de la Vigilia Pascual, cuando las
mujeres van al sepulcro de Jesús y lo encuentran vacío, sin el cuerpo del
Señor- observó que esto las deja perplejas, dudosas, llenas de preguntas. “A
veces la novedad nos de miedo A menudo, la novedad nos da miedo. También la
novedad que Dios nos trae, la novedad que Dios nos pide. Muchas veces
preferimos mantener nuestras seguridades, pararnos ante una tumba, pensando en
el difunto, que en definitiva sólo vive en el recuerdo de la historia, como los
grandes personajes del pasado. Tenemos miedo de las sorpresas de Dios. “No nos
cerremos a la novedad que Dios quiere traer a nuestras vidas”, ha reiterado el
Santo Padre. “No nos encerremos en nosotros mismos, no perdamos la confianza,
nunca nos resignemos: no hay situaciones que Dios no pueda cambiar, no hay
pecado que no pueda perdonar si nos abrimos a Él.”
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