Esta puede
ser una causa que frene la evangelización: el cansancio. Cuando nos referimos a
esto, entran a actuar muchas causas. El cansancio se puede dar en lo físico, que
seguramente no es de gran preocupación, ya que puede sobrellevarse y
solucionarse; pero afecta en la misión el cansancio espiritual, el agobio, que
lleva a una aridez espiritual, el desgano sin saber porqué se da, una “atrofia”
en la vida de oración y en el accionar.
Sufrimos
las injurias e incomprensiones. La tentación de pensar y preguntarse: “¿esto
tiene sentido?” “¿ vale la pena; sirve para algo?”; y casi sin caer en la
cuenta, diría apaciblemente, dulcemente, dejamos de lado el servicio a Dios: se
acabó la misión.
Se fue
viendo a lo largo de la historia de la Iglesia. Sabemos
con certeza y fe que lo que no es de Dios se disuelve. El Señor se manifiesta y
muestra lo que es válido o lo que no es leal.
El capítulo
9 del libro de los Proverbios nos habla sobre la diferencia entre el sabio y el
arrogante. La sabiduría viene de lo alto, es abrirse al Espíritu y dejarlo
actuar,es el motor que mueve la existencia y la hace plena a pesar de las
dificultades; es discernimiento y plenitud, es descubrir el don de Dios y la que
nos hace buenos misioneros.
Lamentablemente
la arrogancia existe. Es el cristiano que no entendió que su tarea es la de
discípulo misionero. Precisamente se arroga el derecho a mostrar que la misión
o labor evangélica se da por él mismo; es el narcisismo misionero, es el
“sabelotodo”, y nos damos cuenta que aparece ese fatídico cansancio que no
permite seguir haciendo el bien.
De una
buena vez, sirvamos al Señor. Sencillez, humildad, tranquilidad, calma y
adoración. Elementos indispensables para una buena evangelización. Nos ayudará
a medir nuestra fe y nos hará ver donde estamos parados. Abstengámonos de toda
soberbia y vanagloria. El Padre no la necesita.
P. Dante De Sanzzi
OMP Argentina
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