Buscamos
constantemente fórmulas para encontrar el éxito en la misión. Vamos agregando
elementos que nos aseguren bienestar y a la vez atrapen al oyente, a la persona
que deseamos convertir.
La verdad
de un amor ( Cristo) no se impone con la violencia, de manera prepotente, no
aplasta a la persona.
El
misionero no es un arrogante; al contrario, la verdad le hace humilde. Sabiendo
que más que poseerla él, es ella la que lo abraza y lo posee. En lugar de
hacernos intolerantes, la seguridad de la fe nos pone en camino y hace posible
el testimonio y el diálogo con todos.
Tanto el
misionero como el que se acerca a Dios, debe creer que existe y que recompensa
a quienes lo buscan. Con serenidad y seguridad. Con la tranquilidad de sentir
que su presencia es la que anima, fortalece, sostiene, y nos hace abiertos a la
gracia de dar y recibir.
Sostengamos
en este tiempo crítico, el espíritu alegre. Seamos cordiales y amables en medio
de la misión cotidiana. Tengamos una mirada de misericordia ante la realidad
que nos rodea y muchas veces nos confunde y hasta nos puede hacer bajar los
brazos. Repito: seamos amables; con quien nos crucemos está librando una ardua
batalla.
P. Dante De Sanzzi
@ompargentina
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