Balance de la Misión después del Concilio

Estamos a la puerta de los 50 años del Concilio Vaticano II. Podemos preguntarnos como están las misiones hoy.
Dando una mirada al pasado, entre el año 1850 y el Concilio, las misiones vivieron un capítulo importante en su historia. Hubo errores por varios condicionamientos. Pero sería injusto desconocer los muchos aciertos, los progresos que se realizaron es esa época.

Se han multiplicado los institutos misioneros, se promulgaron las encíclicas misioneras, empezaron a formarse un clero y un episcopado indígenas, entraron en actividad misionera las religiosas y los laicos. También hay que recordar los abundantes frutos que produjo la providencial decisión de Pio XI de exigir a todas las congregaciones religiosas que asumieran por lo menos un compromiso concreto en territorio de misión.
La Iglesia comienza a hacer un exámen de conciencia. Reconoce sus fallas y renueva sus propósitos. Renuncia al triunfalismo, al autoritarismo, al clericalismo. Se propone atender los signos de los tiempos y salir de su inmovilismo. La Iglesia profundiza sus raíces evangélicas. Se presenta pobre y amiga de los pobres, hecha para servir y no ser servida. Se hace diálogo. Y no se trata de un oportunismo, sino de caminar hacia la conversión para llegar al estilo de Jesucristo y que debe ser propio de todo el pueblo de Dios.

La Iglesia no se aísla en su autosuficiencia, se abre más a la humanidad. No quiere  conquistas, ya que esto no es la misión. Evangelizar, no conquistar; sino amar y servir. No pone su seguridad en estructuras, sino en Cristo. No se apoya en el poder humano, en la alianza con los grandes de la tierra, sino en el Espíritu Santo, en la fuerza del Evangelio, en la locura de la cruz.

Los propósitos son excelentes, pero no bastan para detener la crisis que ha comenzado a producirse de una manera grave en la Iglesia.
Hay que ponerse en camino, ya que siempre vuelven los avatares que frenaron mucho tiempo la evangelización. Esas cosas que sabemos perturban la misión y siempre están. En consagrados y laicos.

Quedémonos con las señales de superación: se va tomando conciencia que la Iglesia es misionera por naturaleza; desde hace algunos años ha crecido la cantidad de misioneros en países pobres; en los seminarios mayores, en territorios dependientes de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, ha crecido el número de candidatos al sacerdocio.


El Concilio estimula a las Iglesias jóvenes a que participen activamente en la misión universal de la Iglesia, enviando misioneros que anuncien la Buena Noticia. Es una invitación explícita a dar desde la pobreza.

P.Dante De Sanzzi
@ompargentina

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