Fe y Misión

La fe hace que no olvide los sufrimientos del mundo.

Ser misionero no equivale solamente a salir, a trasladarse de un sitio a otro. Sin duda que lo es, pero también está la posibilidad de no olvidar, de acompañar, de ser luz en mi lugar.
Si tengo esa fe capaz de mover montañas, el Señor me concederá la gracia de poder hacer el bien. Rezando por la paz del mundo, combatiendo las desigualdades, aliviando penas, levantando a los decaídos, sosteniendo al enfermo, socorriendo al pobre, alimentando al hambriento y principalmente al que tiene hambre de Dios.

La fe es un continuamente volver al Señor. Más de una vez sentimos la tentación del abandono. Pero en este continuo volver, encontramos el camino seguro, encontramos la manera de misionar.
San Pablo decía: “Transmito lo que he recibido” ( 1 Cor 15 ). Desde la vida de fe, daba lo que tenía y sentía. Transmitir la propia experiencia del amor de Dios: esa es la consigna.
Tengamos por cierto que si a Dios un alma le es grata, más la pondrá a prueba. Se necesita coraje y seguir adelante, siempre. No frenarse.

Algunas personas manifiestan que pierden la fe por las cosas que ven a diario. Les perturban las injusticias y los sufrimientos humanos. Que paradoja: lo dicen de “buena fe”.

Tener paciencia, no desesperarse, celebrar las pequeñas cosas de todos los días: aquí está el secreto. Sin fe en Jesús no hay misión. Y la misión no se realiza sin fe. No podemos brindar lo que no poseemos. Si tenemos a Dios, alli está nuestra salida misionera.
Irradiar el rostro de Cristo. Como dice el apóstol Santiago es la obra misionera la que mostrará nuestra fe.

P. Dante De Sanzzi
OMP Argentina   @ompargentina



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