Con el comienzo del mes, la liturgia de la Iglesia celebra a todos
los Santos. Y los celebra juntos, en una misma fecha, para que la fuerza de
estos servidores de Dios sean la fuerza de su pueblo.
La vida del santo fortalece la fe y aumenta la caridad. Es un error
pensar que nunca tuvieron problemas y angustias. Vivían las necesidades de
cualquiera de nosotros en esta época. Es más, tenían más privaciones y
persecuciones en nombre de Cristo. Pero todo lo sobrellevaban con generosidad
de espíritu y alegría.
Están los apóstoles, primeros discípulos misioneros de Jesús, testigos
de su muerte y resurrección; los santos mártires, que no dudaron en derramar su
sangre por la causa mayor: Dios; los pastores que consolaban al pueblo animando
y enseñando; las santas vírgenes y religiosas, que con su santidad de vida y
oración, llevaban a la salvación a gran número de fieles.
Muchos laicos y catequistas, hombres y mujeres de buena voluntad
tuvieron fortaleza y paciencia para seguir adelante, sin miedos, sin frenos,
con la certeza de la vida eterna.
Hoy estamos llamados a ser santos. En nuestros ambientes y más allá de
nuestras fronteras y comodidades. En definitiva todos ellos fueron grandes
evangelizadores, misioneros del Padre, que testimonian la fe que dicen tener e
interceden por todo el mundo. Que nos sirvan de ejemplo. Que podamos también
decir, sin dudar, que “queremos ser santos”. A esto nos llamó el Señor: a ser
sal de la tierra y luz del mundo ( Mt 5 ).
P. Dante De Sanzzi
@ompargentina
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