Este domingo celebramos la Jornada nacional del
enfermo, rezando por todos los que sufren dolor o cierta incapacidad física que
no les permite estar totalmente enteros a poder realizar innumerables tareas.
En casi todo el primer capítulo del Evangelio de Marcos
y el comienzo del segundo, encontramos a Jesús curando a gran cantidad de
enfermos que se cruzaban en el camino y otros que les acercaban. La
sensibilidad de Dios ante el dolor y la limitación lo transforman en ese Dios
Amor que se quiere manifestar y estar cerca de los que lo invocan y piden su
sanación.
Junto al comienzo de su predicación, Jesús sintió la
necesidad de hacer el bien, de curar, de animar y mostrar preferencia por el
que sufre.
El Papa Francisco da comienzo en su Exhortación
sobre la alegría de evangelizar, invitando a todo cristiano a renovar el
encuentro íntimo con el Señor, a dejarse encontrar por Él, sin desmayar, sin
decaer ( E.G 3 ).
El dolor y la enfermedad son un misterio. Los santos
padecieron estas limitaciones en sus vidas, y con fortaleza de espíritu las
fueron sobrellevando y asumiendo.
Encontrar el sentido de la vida, gozarla y seguir el
camino trazado por el Padre con alegría. Ofrecer el sufrimiento por la misión
de la Iglesia. Y que el enfermo realice su misión ya que está capacitado para
ello; y pidiendo la intercesión de María nuestra Madre misionera a que ayude al
enfermo a renovar su “sí”.
P. Dante De Sanzzi
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