La fiesta de Cristo Rey fue instituida por el Papa Pio XI. Al cerrar
el año litúrgico con esta celebración se ha querido resaltar la importancia de
Cristo como centro de la historia universal.
En la fiesta de Cristo Rey celebramos que el Señor puede empezar a
reinar en nuestros corazones en cuanto se lo permitamos. El Reino de Dios se va
haciendo presente en nuestra vida, y le vamos haciendo lugar en todos los
ambientes que frecuentamos.
Jesús nos va comentando características de su Reino por medio de parábolas.
Si vemos el capítulo 13 del evangelio de Mateo lo encontramos comparando su
Reino a un grano de mostaza, que crece y se convierte en un árbol tan grande
que hasta las aves anidan en sus ramas. El Reino es como el fermento que toma
una mujer y echa tres medidas de harina hasta que fermenta toda la masa. El
Reino es semejante a un tesoro escondido en un campo, y quien lo oculta, con
alegría, vende todo lo que tiene y compra el campo; o el mercader que busca
perlas preciosas y encontrando una de gran valor, vende todo lo que posee y la
compra.
Con estas comparaciones vemos que las cosas comienzan siendo pequeñas
y terminan como algo grandísimo. Así se presenta el Reino de Dios: universal,
eterno, de justicia, de bondad. Por eso, Cristo es el principio y el fin de
todas las cosas.
Para lograr que Jesús reine en nuestros corazones, debemos conocerlo.
Reflexionar su palabra, hacer oración personal, recibirlo frecuentemente en la Eucaristía. Son
medios para conocerlo y recibir su gracia.
Imitar a Cristo, pensar y sentir como Él, viviendo una vida de
caridad, asumiendo nuestro compromiso apostólico, haciendo la misión que nos
encomendó, dedicando nuestra vida a la extensión del Reino.
Celebramos Cristo Rey a las puertas del Adviento. Esperamos al que a
de venir con ansias y esperanza. Esperanza de una vida mejor que solo se da en
su presencia. Que el Señor reine en el corazón de cada comunidad.
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