Nos preguntamos como edificamos, como armamos, como identificamos una
Iglesia, una comunidad en misión.
En la Iglesia
sabemos que Jesús nos acompaña, pero urge la necesidad que el pueblo sufriente
descubra que los hijos de la
Iglesia , misioneros evangelizadores, acompañen el caminar de
aquellos que sufren. Debemos compartir, entrar en comunión con los demás,
recordarlos en la oración diaria. En la oración nos unimos a Cristo orando al
Padre, pero no olvidamos su mandamiento de servicio al mundo.
Cristo nos invita a vivir no para nosotros mismos sino para Él y a
considerar que podemos hacer para ayudar y servir en nuestras parroquias.
Hay infinidad de tareas a realizar. Varias veces nos preguntamos si
tendrán éxitos nuestros esfuerzos. Sólo podemos rezar y esperar que así sea.
Hay que comenzar nuestra labor con la oración y culminar con ella.
En su carta a los Tesalonicenses, el ápostol Pablo pedía “orar para
que la Palabra
de Dios siga propagándose y adquiriendo gloria entre los hermanos” ( 2 Tes 3,1
).
En el Evangelio de Lucas, Jesús pide orar siempre sin desanimarse
nunca ( Lc 18,1 ). Se viven momentos traumáticos en las comunidades y en varias
diócesis. La cultura cambia rápidamente y surge la duda de por donde empezamos.
No dudemos de comenzar orando, poniendo todo en manos de Él como si dependiese
de nosotros. No dudar nunca de lo que Dios puede hacer con nuestros recursos
limitados. Tendremos cinco panes y dos pescados, pero algo tenemos y Dios pone
el resto.
Viviendo por los demás descubriremos el Reino para nosotros. Manos a
la obra y que la misión no pare.
P. Dante De Sanzzi
@ompargentina
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