Cuando hablamos de María como la Inmaculada, decimos
que fue preservada del pecado desde el primer instante de su existencia humana.
Era lógico que la Santísima Virgen María preparara
una morada digna para su hijo, que vendría a ser el Hijo de Dios. Y por eso es
guardada, sin mancha, sin pecado, inmaculada.
Dios se hace hombre en el seno de una mujer común,
desde el punto de vista humano. Se dirije a una jovencita para manifestarle que
llevará en su vientre nada menos que a Dios mismo. Y por todo esto es guardada
desde su concepción en el seno de Ana, su madre.
Si bien esta fiesta se celebra en Oriente desde el
siglo VII, ya desde el origen del cristianismo María es llamada “la más santa”.
El
Papa Pio IX proclamó el dogma de la Inmaculada Concepción el 8 de diciembre de
1854, y se celebra en conjunto en este día en toda la Iglesia.
Meditemos sobre la belleza de la Virgen Madre, que
alcanzó la gracia redentora de Dios. Que nos guie y enseñe a andar con pureza
de corazón todos los días. Hoy, en ciertos sectores de la sociedad, hay ciertas
burlas con respecto a la pureza de costumbres. Es cierto que es un don dado por
Dios a algunas almas privilegiadas, pero no menos cierto es que el hombre de
buena voluntad se va abriendo a la gracia en tanto y en cuanto esté dispuesto a
dejarse moldear, dejarse “visitar” por Dios. María interceda por toda la humanidad, necesitada de Dios
Salvador.
P. Dante De Sanzzi
@ompargentina
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